Jairo Bracho Palma
Abstracto
Es
demostrable que condiciones constantes, ocasionen multiplicidad de posibles
predicados judicativos, dando forma molecular a conceptos, con cualidades
unívocas. Las verdades con cualidades de
valor real resultan difíciles de refutar.
Estos
principios de la lógica de primer orden, tienen aplicaciones específicas en la
geopolítica colonial del siglo XIX, y su íntima relación con la fenomenología
de las emociones, por lo que son susceptibles de objeto de conocimiento.
Emociones
propias o inducidas, con esencialidades unívocas de reiteración y fines
teleológicos, tuvieron enormes consecuencias sobre la Venezuela profunda,
una nación cuya teogonía proviene de la
Guayana sin costuras ni remiendos.
Algunas
de las constantes emocionales
consideradas, fueron las siguientes:
1. La codicia.
2. La íntima relación entre las
expectativas personales y las creencias colectivas.
3. La propaganda sobredimensionada
intencionalmente.
Los
conceptos de máxima predicación que utilizaremos, están relacionados con las
consecuencias de la multiplicidad de juicios, creados a partir de la codicia y
la manipulación.
Para
hacer menos complicado el tema: el descubrimiento de placeres auríferos en la
Guayana del siglo XIX, produjo unas
sobredimensionadas expectativas, una codicia sin frenos morales, y unas
consecuencias que aún enfrentamos.
El
producto de esta intencionalidad con fines especulativos, incidió en la cadenas
causales de eventos políticos y militares en un
muy amplio porcentaje, pues por un detalle nada casual, buena parte de
los inversores, promotores y empresarios mineros, fueron invariablemente,
importantes miembros del gobierno británico, y porque no decirlo, de su
homónimo venezolano. Un grave conflicto
de intereses, una muestra evidente de opacidad ética, y de postergación de la
teleología del Estado en propio beneficio.
En
pocas palabras, las pérdidas territoriales en la Guayana Esequiba, estuvieron
atadas a los fines privados de hombres públicos, tanto del gobierno británico
como del venezolano.
En el
caso de Gran Bretaña, entendemos por hombres públicos: nobles, parlamentarios,
militares de alto rango. En la contraparte venezolana: presidentes, militares,
gobernadores y familiares con privilegios comerciales.
Emociones
como la codicia, tienen como esencialidad en los documentos analizados, la
reiteración en el insatisfecho afán de poseer, medible como número natural en
los documentos históricos, lo que le otorga valor de verdad.
Uno de
los aspectos más llamativos del laudo arbitral del 3 de octubre de 1899, es que
nuestro país exhibió unos títulos irrefutables, y unos muy sólidos argumentos
que le habrían dado la razón, lo que dice de lo que somos capaces. Todo ello
queda opacado cuando entendemos cuál fue el fondo de la cuestión.
Por
otra parte, sabemos que los argumentos británicos en el proceso arbitral se
fundamentaron en la prescripción adversa y las iniciativas privadas en
territorios sujetos a disputa, como títulos valederos de posesión y dominación
política, algo que podría haber perdido su eficacia, si nuestros gobernantes no
se hubieran conducido, como bodegueros de poca monta.
Imperialismo parasitario
La
revolución industrial hizo de Gran Bretaña, la nación más poderosa del siglo
XIX. Un proceso en esencia privado, auspiciado de manera precisa por el Estado.
La superioridad naval y las victorias obtenidas en la guerra desatada a escala
global, hicieron de una isla de modestos recursos, un vasto imperio. Pero esto
tiene un lado nada épico.
Obras
solícitamente redactadas, que se sirven de abundantes citas, símbolo de
autoridad académica. Un meticuloso acopio de fuentes, organizadas con celo,
cotejadas, cribadas en cortas y precisas cuartillas.
La rigurosidad
académica inglesa no representa el final de la historia, sólo la explica con
ventaja y de manera parcial.
Autores
como . J. Cain y A.G. Hopkins han desarrollados extensos, y eruditos trabajos
sobre el imperio británico, uno en especial nos pone en el contexto del
fenómeno: Gentlemany Capitalism and Bristish Expansión Overseas.
Estos
autores explican el imperialismo británico como una alianza entre la city, los
inversores sureños, poseedores de tierras, que ejercieron una persistente
influencia en la política de expansión en ultramar. Sus conclusiones son deterministas en tanto
cultura y geografía.
Muchos
autores no comparten tanto entusiasmo, como
Lance Davis y Robert Huttenback (Mammon and Empire), quienes aseguran
que los gentlemanly capitalism, vale decir, las élites financieras de Londres,
invirtieron en gran proporción y con enorme rédito en las posesiones
coloniales, pero compartieron muy pocos gastos en la aventura imperial
desarrollada por su gobierno.
Radical critics at that
time saw the empire as an expensive and unproductive luxury created by and
benefiting only a few.
Las
generalizaciones en uno u otro sentido no explican adecuadamente el fenómeno
focalizado al este de la región minera del Yuruari, durante la fiebre del oro del
siglo XIX.
La
evidencia documental y un enfoque metodológico
distinto, nos indica que la colonia británica de Guyana no es otra cosa
que el producto de una hiperestrategia económica, de efectividad a largo plazo.
Supuestos geoeconómicos impulsaron una
política de fronteras en constante y arbitraria expansión.
El
Estado sucesor, Guyana, nace sobre los mismos principios. Nada ha cambiado más
que la manumisión de una espacialidad de hombres sin
historia propia.
Guyana
no es un Estado. Es un conveniente accidente. Un anaquel de recursos y
posibilidades con apariencia de legalidad, ofrecido al mejor postor, tal como
sucedió en Venezuela hace más de una centuria.
A
nuestro entender, las consecuencias de un fenómeno de alcance global, como fue
la expansión colonial británica, debe ser considerado como un movimiento del
imperialismo parasitario.
El
imperialismo parasitario es una forma de dominación sobre espacios
territoriales espléndidos en recursos, y sobre poblaciones inducidas al consumo
masivo de bienes.
Tiene
como característica distintiva, la extracción incontrolada de riquezas, al
ritmo del mantra que dicta la codicia individual, y de los vaivenes del capital
especulativo.
Su
naturaleza es depredadora, cuyas consecuencias para el huésped, sano en
principio, es la pobreza, el atraso, el deterioro ambiental, y la extinción.
La
transferencia de procesos logísticos y financieros unificados, como saber
contingente, sin valor real de conocimiento, y una nula contrapartida
tecnológica, constituye otra de sus características existenciales.
En la
actualidad, las formas parásitarias han mutado a una legalidad en las que se
respetan pequeñas normas, para
transgredir los principios fundamentales del hombre y del Estado.
El utilitarismo y la doble moral
Parlamentarios y accionistas
Jeremy
Bentham y John Stuart Mill construyeron una filosofía a finales del siglo
XVIII, cuyo principio es en esencia, que
la mejor acción para el mayor bienestar
del mayor número de individuos, es posible por la maximización de la utilidad.
Esta
corriente filosófica, guía tradicional de la política inglesa, entra en
conflicto cuando el interés colectivo se mimetiza con el de un reducido grupo
asociado al poder, y cuando los fundamentos morales sobre una buena o mala
acción, están invariablemente unido a los fines.
Es
extensa la lista de miembros del gobierno británico, y demás figuras públicas
involucradas en las compañías mineras formadas en Venezuela, luego de 1850. Nos
proporciona una serie de reiteraciones íntimamente imbricadas a la
emocionalidad, y lo que ello implica: codicia y manipulación. Una numeración
exhaustiva de accionistas e intereses excedería los límites de este trabajo.
Tomemos una muestra.
Tabla
I
Compañías
y Accionistas de compañías mineras con
operaciones en Venezuela
Año de creación |
Compañía |
Accionista |
Condición |
1887 |
New Chile Gold Mining
Company |
Hugh Watt |
Parlamentario activo |
1889 |
British Guiana Land
Expploration Syndicate |
Hugh Watt |
Parlamentario activo |
1880 |
Callao Bis |
Conde de Perth y Melford |
Noble |
Horatia Nelson |
Noble |
||
W. F. Nuthal |
General que sirvió en
la India |
||
Henry Maiwering Dunstan |
Noble, descendiente de
una antigua casa normanda |
||
R.F. Gladstone |
Familiar del varias
veces primer ministro (1868-1874,1880-1885, 1892-1894) |
||
Alexander Ward |
Noble |
La
mayoría de los mencionados fueron inversores que no tenían la más mínima idea
sobre exploraciones mineras, y sobre los cuales debemos hacer mayores
investigaciones. Con tan escasa muestra,
no podemos establecer una
relación directa total entre éstos y los sucesos en el Esequibo, salvo en casos
emblemáticos, que no fueron pocos, en el que las relaciones comerciales fueron
utilizadas para permear los fines de Estado. Refirámonos al relacionado con el
parlamentario Hugh Watt.
El
escocés Hugh Watt (1848 – 1921) representa en nuestro trágico escenario de
expolio y usurpación, el prototipo del
oportunista avaro y gorrón, con una evidente desconexión moral con las
consecuencias de sus actos. Una fea combinación entre intereses privados y la
actuación política, jalonada por las
posibilidades de un pródigo rédito económico.
Manejó
con habilidad esa incómoda doble moral anglosajona, que tolera soterradas
licencias, a sus servidores públicos. Una permisividad que en cambio, ha sido considerada
como gravísimo defecto entre la clase política de las regiones semi - bárbaras,
como gustaban en calificar a Venezuela, tal vez porque no guardaban las formas
estéticas y las alianzas oportunas.
El
tema de parlamentarios británicos,
involucrados en extensas propiedades coloniales no es nuevo, parte de
las causas de la Guerra de la Oreja (1739-1748) está unida a los intereses de
este grupo en Jamaica, y cuya cantidad invertida, ha sido debidamente
cuantificada.
Hijo
del Sheriff de Ayshire, Watt estudió en la Academia Kilmarnock y en la
Universidad de Ginebra. Luego de algunos intentos como escritor de temas
científicos y director de una empresa eléctrica, se dedicó al comercio en
varias ciudades, como Londres, Liverpool y Glasgow.
Incursionó
con éxito como político liberal, resultando electo al parlamento británico.
Ejerció la tribuna entre 1885 y 1892. Su vida personal fue poco edificante.
Maltratador y adúltero, su esposa obtuvo el divorcio por tales razones. Fue
condenado a cinco años de prisión por el intento de homicidio de su primera
esposa en 1905, sólo cumplió un año de condena.
Los
informes de geólogos, exploradores y empresarios mineros que estudiaron las
regiones guayanesas, exacerbaron la
imaginación de este singular parlamentario, así como de los medios para
convertirse en un próspero emprendedor, no uno cualquiera. La indefinición de
límites con Venezuela y la actitud dubitativa del gobierno inglés, servirían a
unos fines personales, disfrazados de motivaciones nada patrióticas.
No por
casualidad, como comprobaremos más adelante, Watt se había convertido en el
principal abanderado de una violenta ocupación del territorio esequibo.
La
codicia de los buscadores de oro ha encontrado la máxima expresión en el
presidente de la New Chile Gold Mining Company, Mr. Hugh Watt.
La codicia de los buscadores de oro ha encontrado la máxima expresión
en el presidente de la New Chile Gold Mining Company, Mr. Hugh Watt. [1]
El
futuro pintaba promisorio para tan insaciable devorador de mundos. Con tales
antecedentes, los accionistas de la compañía New Chile Gold Mining, lo
nombraron su presidente. No sería la única.
El
caso de Watt no es aislado. Varios funcionarios extranjeros tuvieron intereses
comerciales en Guayana, atados a un
proyecto político de su país de origen.
Ciudad
Bolívar fue un centro financiero y diplomático muy particular en el siglo XIX,
cuando aún mantenía viva la fama de capital primogénita, y de testigo de una de
las más grandes hazañas de la Guerra de Independencia. En ella abundaban tantos
consulados extranjeros como en la
capital del país.
Algunos
de los cónsules estuvieron de una u otra forma, vinculados al negocio minero.
Por ejemplo Joshep Austin, cónsul de Estados Unidos acreditado en Ciudad
Bolívar, quien obtuvo en 1866, una de
las más grandes concesiones jamás otorgadas, y que sirvió de modelo para las
siguientes. Por los acuerdos del 5 de noviembre de 1866 y 12 de mayo de 1867,
la concesión Austin podía formar hasta 10 compañías mineras, con 40 minas por
cada compañía, y una extensión de 10.0000 m2
por unidad de explotación.
Keneth
Mathinson Makensie, procedía de Escocia. Había sido oficial británico.
Participó en la primera expedición del Generalísimo Francisco de Miranda en
1806. Posteriormente, hizo vida en la colonia inglesa de Trinidad, donde prestó servicios hasta 1840, año en que
se trasladó a Angostura. Allí se casó dos veces. Se desempeñó como cónsul inglés
en la mencionada ciudad, hasta su muerte en 1886.
Mathinson
escribiría al Ministerio de Relaciones Exteriores, el 26 de abril de 1867, la
urgente necesidad de encontrar una solución al conflicto fronterizo por los recientes descubrimientos entre los
ríos Orinoco, Cuyuní y Caroní.
Años
más tarde, serviría como fuente autorizada, para recomendar las acciones de la
compañía Callao Bis como una inversión rentable (1881).
Podemos
seguir exhibiendo ejemplos, pero sólo pretendemos ilustrar el tema de funcionarios
extranjeros y sus actividades comerciales.
Las compañías free- standing
Gran
Bretaña se regía por el patrón oro desde 1821. El resto de los países siguieron
el ejemplo, y abandonaron el referente bimetálico. Pero como las cosas en
Venezuela, se desarrollan por alguna razón, con una lógica contra la corriente,
el gobierno hizo lo propio con unos cuantos años de retraso, en 1901.
Las
entidades comerciales free - standing se diferencian de las transnacionales,
por su fuente de financimiento, que es el mercado de valores doméstico, e
inician operaciones exclusivamente en el territorio objeto de su interés,
manteniendo unas pequeñas oficinas en el país de origen.
La
inmensa mayoría de las compañías formadas para explotar el oro de las minas del
Yuruari, fueron de ese tipo.
Las
free - standing ofrecían ventajas a los inversionistas. En primer lugar, las
leyes que la regían era las inglesas, protegiéndolos de cualquier medida legal
tomada en Venezuela. En segundo lugar,
la denominación accionaria era emitida
en libras esterlinas, de fácil permuta,
intercambio e incremento de capital, en el mercado bursátil londinense.
Veintinueve
compañías Free – Standing realizaron operaciones en las minas de oro
venezolanas entre 1879 y 1894, con una inversión total, que según las fuentes
venezolanas, no fueron superiores a los 4 millones de pesos. Otros autores
hablan de 13.1 millones de libras para el mismo período. Esto debe ser objeto
de mayores investigaciones, porque a juzgar por los montos de participación
accionaria presentados por la compañías, nos indica una cifra más cercana a la
primera.
El
capital invertido para la conformación accionaria de las compañías mineras en
la Guayana del siglo XIX, era en su
mayoría, de origen extranjero.
Veamos
el siguiente cuadro:
Cuadro
I
Compañía |
Origen |
Concesión (Hectáreas) |
El Callao |
Venezolana |
2.353,20 |
New Potosí |
Inglesa |
2.125,65 |
Venezuela – Panamá |
Inglesa |
1.279,49 |
Callao Bis |
Inglesa |
279,47 |
Bolívar - Hill |
Francesa |
279,47 |
La Concordia |
Venezolana |
441,92 |
El Choco |
Inglesa |
160 |
Tigre |
Inglesa |
617,74 |
La Unión |
Venezolana |
574,76 |
Santa Rosa |
Venezolana |
518 |
San Salvador |
Venezolana |
279 |
Nueva Hansa |
Venezolana |
215 |
La Eureka |
Francesa |
168,39 |
Chile |
Inglesa |
573,79 |
Austin |
Inglesa |
341,41 |
Independiente |
Inglesa |
|
San Luis |
Venezolana |
92 |
Victoria |
Inglesa |
600 |
Alianza de Cicapra |
Venezolana |
1.029 |
El 47%
de las compañías era de capital inglés, 11% francesa.
El 42%
de las compañías mineras eran en teoría de origen venezolano, pero con mayoria
accionaria extranjera. Si nos detenemos en cada una, y estudiamos su historia
accionaria, comprobaremos lo afirmado.
Un
caso particular es la más grande de ellas, la compañía El Callao. Sus
principales accionistas representaban a las firmas Baring Brothers (inglesa);
Rotschild Freres (francesas) y Sprink (alemán).
Se repartieron en concesiones, unas 11.922 hectáreas, de los cuales, el 52,9% correspondieron a las compañías inglesas.
Los
venezolanos, que habían obtenido concesiones, en su mayoría vinculados al
gobierno de turno, en general viajaban a Londres, donde ofertaban en la bolsa
de valores, las acciones de las compañías recién creadas.
Muchas
fueron las compañías que fracasaron antes de 1891, aún sin haber iniciado operaciones
En
1881, sólo las compañías El Callao, Mucupía y Nueva York y Potosí obtuvieron
resultados extraordinarios. Las causas de los pocos rendimientos del resto
fueron variadas. Básicamente están referidas a expectativas infladas por la
propaganda, la especulación financiera, la falta de capital suficiente para las
inversiones iniciales, los retornos de
beneficios a mediano y largo plazo. En pocos casos se debieron a la pobreza de
las minas.
Los
intermediarios
Generalmente
los negociadores de terrenos, concesiones y ofertas públicas iniciales, eran
empresas privadas de inversiones no registradas en la bolsa de valores. Private
investors Association Ltd, y Mines Investment Asociation Ltd, figuraban como unas de las más deatacadas en
aquellos días.
La contraparte venezolana
Estaba
asociada a los capitales e inversores ingleses en el negocio minero. Formada
por agraciados con concesiones, y propietarios de tierras sujetas a
explotación. Encontraremos a figuras cercanas al presidente Guzmán Blanco,
como José María Rojas.
José
Rojas Espaillat (1828 - 1907) fue un
hombre público venezolano con méritos académicos de nombradía, y varias
actuaciones diplomáticas a favor de los derechos de Venezuela en el Esequibo.
Compañero
de estudios de Antonio Guzmán Blanco, con quien cultivó una larga amistad de suerte
diversa. La hermana de Rojas se había casado con Henry Boulton, el presidente
de la firma de su nombre, que tenía el monopolio en la importación de harina
desde los Estados Unidos, e intereses en líneas de transporte marítimo,
ferrocarrilero, la banca privada, entre otras,
además de sucursales en la mayor parte de los estados. Dueño de extensas
haciendas, como la de San Bernardino, que luego traspasó a su yerno Vollmer.
Boulton
poseía el 30% de las acciones de la General Credit & Finance Company de
Londres, la que concedió el famoso préstamo de 1.500.000 libras esterlinas,
gestionadas por Guzman Blanco (1862-1863). También sirvió de agente de
Venezuela para otro préstamo a cargo de la Baring Brother, por 1.000.000
libras. Ésta última sería una de los grandes accionistas de la empresa minera
El Callao.
Rojas
había sido el director de la empresa Almacén Rojas, de origen familiar, y de la
sucursal de la Guaira de la H.L, Boulton & Co (1857-1870).
Acompañó
a Guzmán Blanco en la gestión del empréstito del gobierno surgido de la Guerra
Federal (1863). Resulta evidente la relación entre Boulton, Rojas, Guzmán
Blanco, las mencionadas firmas londinenses, y el famoso préstamo al nuevo
gobierno federal, y que tiene toda una historia.
Ministro
plenipotenciario en varias capitales europeas, destacó la ejercida en Londres,
como agente fiscal de Venezuela (1876-1878). Negoció la construcción del
ferrocarril Caracas - La Guaira, llamado también el ferrocarril inglés.
Sirvió
como promotor, vendedor, abogado, y fuente autorizada para inversores, en la
transacción de la Callao Bis y la concesión Sosa - Méndez en 1880. Fue dueño de
concesiones mineras, como la otorgada en 1867, sin que podamos profundizar más,
en su cartera total de inversiones.
En
este mercado persa de intereses comerciales y deberes estatales, sobresale
Antonio Guzmán Blanco, quien no podía dejar sus manos quietas sobre el dinero
que era producido por las actividades del Estado.
Guzmán
Blanco tenía entre otros intereses, participación accionaria en el monopolio
de la firma Boulton sobre la importación
de harina , y del transporte marítimo en la región occidental del país.
También
poseía desde 1884, acciones de la compañía El Callao por la nada despreciable
cantidad de Bs. 164.125. A partir de 1887,
obtuvo un aproximado de 26 concesiones de oro en los terrenos del Yuruari.
Si
consideramos el hecho de que la compañía El Callao había ampliado su capital
accionario, de los iniciales Bs. 120.000, a Bs. 1.200.000, entonces nuestro
ilustre presidente poseyó cerca de un 14% del total.
Esto
quiere decir, que para el momento en que la compañía repartió beneficios
históricos en 1886, por Bs. 11.012.400,
el equivalente a 2.363.175,96 libras
esterlinas, Guzman obtuvo 330.844,6344
libras, una cifra fabulosa. Si añadimos los obtenidos en los otros años
fiscales, sumaríamos mayor indignación.
El
Ilustre Americano contaba además con los
beneficiarios habituales: familiares, cercanos y deudos políticos con participaciones
comerciales promovidas por el Estado. El caso del general zuliano Venancio
López del Pulgar, es digno de mención.
Venancio
Pulgar forma parte de esta ecuación difusa entre el regionalismo cansón, los levantamientos al
menor signo de ofensa, buenos propósitos, y los bolsillos propios.
Al
igual que Rojas, su relación con Guzmán fue compleja. Lo cierto es que ayudó al
caudillo caraqueño a consolidarse en el poder entre 1870 y 1873. Pulgar fue
nombrado en distintos cargos, y beneficiado con grandes privilegios.
El que
nos llama la atención, es el contrato celebrado con el ejecutivo nacional el 12
de mayo de 1881, como recompensa por la
pacificación de Ciudad Bolívar, levantada por Pío Rebollo en 1881.
La
singularidad de este contrato, es que se le otorgó a Pulgar, el privilegio para explotar por noventa y
nueve años, todas las minas de cualquier naturaleza descubiertas o por
descubrir en Guayana, a excepción de las que se encontraban funcionando.
Sin
recursos para tan ambiciosa empresa, junto a su hermano, se trasladó a Londres, y formó la compañía minera Guayana Limited.
La
prensa de la colonia guyanesa tuvo conocimiento de tan impresionante concesión,
y apuntó las baterías sobre el caudillo zuliano.
Algunos
accionistas y dueños de minas habían obtenido pobres ganancias en aquellos
días, de tal manera que buscaron un culpable y se aliaron al diario The Truth,
que criminalizó al general Pulgar, señalándolo con unos defectos repulsivos no
a los moralistas ni a éticos victorianos, sino a los muy volubles
inversionistas, seguidores del llamado sentimiento del mercado.
Pulgar
fue calificado de asesino, pirata, extorsionador de dueños de minas para
hacerse con sus propiedades, entre otras. En estas descalificaciones, el país
no se salvó del desprestigio.
Tierra
que no puede ser cultivada por europeos y unas minas metalíferas que nunca
producirán nada[2].
Con
semejante campaña, Pulgar no consiguió los inversores dispuestos a colocar el
capital de riesgo, de manera que el 9 de septiembre de 1883, parte de la
concesión fue negociada con el estadounidense Cyrenius C. Fitzgeralt. Éste
formará la Manoa Company Ltd. Ese mismo año, Fitzgeralt firmaría un contrato
con el gobierno nacional para establecer colonias agropecuarias y mineras en el Yuruari.
Fundamentado
en lo anterior, podemos quedarnos con esta función predicativa del concepto:
Entendemos
por W, que los intereses personales en
la zona de conflicto obraron en detrimento de los grandes fines del Estado, de
acuerdo con los judicativos w1, w2, w3, y w4 .
La codicia como valor de verdad
De una
u otra forma, los ingleses se quedaron con la mayor parte del oro venezolano.
Entre
1875 y 1880, las minas venezolanas produjeron un total de Bs. 123.450.000.
Otras fuentes aseguran que entre 1866 y 1890, las minas produjeron Bs. 209.
224. 598,38 sobre la base un total de 70 toneladas de oro exportadas, sin contar con el contrabando, de
no menor consideración.
Si
establecemos una equivalencia entre bolívares y
libras esterlinas sobre la base del patrón oro, encontraremos que el
cambio oficial de la libra con respecto al oro en 1890, fue de 20,67 libras esterlinas por onza, fecha que
tomaremos como referencia.
En el
mismo orden de ideas, a pesar de que en Venezuela no regía el patrón oro, éste tenía un valor
de 96,47 bolívares por onza. De tal manera que la convertibilidad aproximada
era de 4,66 bolívares por libra esterlina.
Esto
significa que las minas de oro venezolanas produjeron unas 44.897.982,49 libras
esterlinas entre 1866 y 1890, de los cuales más de un 90% aproximadamente
fueron a parar manos de los tenedores de oro físico de Londres, París y los
Estados Unidos, entre otros. En muy alto porcentaje a los primeros mencionados.
Si
tomamos los Bs. 123.450.000 producidos por la exportación del oro entre 1875 y
1881, encontraremos que la ganancia en libras fue de 26.491.416,31, distribuidos
de la siguiente manera:
Cuadro
II
Ganancias
por el oro en libras esterlinas (1866-1890)
Ganancias
totales |
Ganancias
de los tenedores de oro físico |
Ganancia
de los accionistas |
26.491.416,31 |
15.976.394,81 |
10.515.021,5 |
Pero
vayamos a mayores detalles. Tomemos como referencia las minas del Callao.
Cuadro
III
Compañía
El Callao
Total de onzas (1871-1890) |
1.320.929,09 |
Total de ganancias en libras esterlinas (1871- 1890) |
27.263.968,9 |
Total de ganancias (1875 - 1886) |
21.761.956,
4 |
Ganancias tenedores de oro físico (1875-1886) |
11.956.849,1 |
Ganancia accionistas (1875 - 1886) |
9.805.107,3 |
Sólo
en 1886, la compañía El Callao pagó 2.363.175,96 libras esterlinas en
dividendos. Como se puede notar, un enorme porcentaje de las ganancias totales
producidas por la exportación oro, procedía de las minas del Callao.
Con
abultadas ganancias, obtenidas de una manera relativamente fácil, con una
tecnología primitiva, que sólo extrajo los filones que no requerían mayor
procesamiento, dejando una buena parte por perdido, lo que implicó inversiones
poco cuantiosas, es fácil determinar que la codicia, la fascinación por mitos
hechos realidad, la afiebrada imaginación y el deseo de especulación, fueron la
esencia motivacional, de las reclamaciones británicas y sus posteriores consecuencias.
La
codicia es parte de la emocionalidad humana, medible en este caso, y con
cualidades de reiteración y consecuencias, por lo que, como hemos indicado,
podemos asignarle un valor real.
A
partir de la codicia como verdad de valor real, podemos hacer varias propuestas
conceptuales, una de ellas, es que la competencia por las minas más
provechosas, entre funcionarios venezolanos, políticos ingleses e
inversionistas, iba a ser proporcional a la capacidad de prevalecer sobre el
contrario, e iba a ser dirimida a favor del que tuviera mayor poder de fuego
para hacer valer sus pretensiones, y no del que tuviera mejores argumentos,
recursos retóricos, o leyes más justas.
Los resultados
Se
considera que parte de las inversiones
realizadas en las minas venezolanas, no produjeron las ganancias
esperadas, según algunos autores más severos, casi todo se perdió.
La
compañía que presidía Hugo Watt fue creada en 1887, con anteriores
explotaciones, como la concesión Unda. Algunas de ellas no tuvieron mayor
rendimiento. Su puesta en marcha coincidió con el fin del ciclo del oro
venezolano.
El
caserío minero de Chile, al igual que los denominados Perú, Chocó, Panamá y
otros, estaban ubicados, en el distrito Nueva Providencia, en los
campos auríferos de Caratal, al sur del Yuruarí.
La
explotación Chile, tuvo una extensión de 573 hectáreas. Empleaba 500 mineros y
40 trituradoras. Su rendimiento fue de unos 730 Kg y 2.087 gramos entre 1870 y
1890. Cerró operaciones en 1894.
Las
noticias sobre las fabulosas ganancias obtenidas por la producción minera del
Callao, incitó una codicia desmedida, caos, desinformación y ofertas
fraudulentas de nuevos yacimientos, condiciones ideales para especuladores
habilidosos, con la capacidad de Watt.
Se
estimaba en ¾ de onza de oro por tonelada, el
gasto estimado de explotación, sin contar la excesiva inversión inicial
en el transporte de maquinarias.
El oro
era embarcado en grandes cajas, cubierto con sacos de lonas y flotadores en
caso de naufragio. Luego de un arriesgado traslado en mulas, famosas por su
precisión, o de carretas tiradas por bueyes, salía desde el puerto de las
Tablas (actual San Félix), rumbo a Trinidad, y de allí hacia las grandes
capitales.
Minas
como las que controlaba la compañía El Callao, podían extraer hasta 5 onzas por
tonelada, una cifra que superó en ciertos momentos, los rendimientos de famosas
explotaciones en Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica y California.
Tales
rendimientos distorsionaron el mercado de valores, y las expectativas de
ganancias del resto de las compañías.
En
este interín, Hugh Watt reorganizó la compañía, haciendo una oferta pública de
acciones comercializadas en la bolsa de valores de Londres, que sumaron un
total de 1.000.000 de libras esterlinas, una cantidad exagerada si la
comparamos con el capital inicial de otras explotaciones.
Las
acciones sobrevaloradas fueron el producto de la actividad especulativa, y el
caso de la New Chile no fue atípico.
Minas
como las pertenecientes a la compañía Potosí, fueron consideradas en su
momento, sobrevaloradas por analistas serios, que también existieron, y que
actuaron con responsabilidad.
La
burbuja financiera del oro se había creado sobre el mito de las minas
venezolanas.
La
repartición de dividendos anuales entre las compañías mineras establecidas en
Venezuela, era el evento más esperado. Tales expectativas no se cumplieron para
la compañía New Chile.
Watt
se las arregló para convencer a los accionistas, en disminuir el capital en un 75%, y soportar
tales pérdidas con promesas a futuro.
Con
tan pobres resultados, Hugo Watt arreció contra el gobierno venezolano. Deseaba
para sí y para los suyos, los filones del Territorio Federal Yuruari, creado
precisamente para frenar el avance inglés, y cuyas ganancias disfrutaban en
parte, nuestros gobernantes. Una contienda entre pillos.
Watt
sólo podía ganar la partida, convenciendo a su gobierno, para que se embarcara
en una invasión en toda regla.
De tal
manera que en adelante, veremos a un Hugh Watt ataviado como tribuno de
vestiduras rasgadas, entre el Parlamento y conferencias concurridas, abogando
por la anexión de las regiones del Yuruari y de poblaciones venezolanas como
Upata, El Callao y Guasipati.
Los
argumentos de Watts mantienen esa rara simpleza, útil aún en tiempos modernos:
1. La protección de sus conciudadanos, e
inversiones, a los que denominaba público inglés, un puñado de ricos
comerciantes.
2. El despotismo del gobierno venezolano,
del que había que librar a los pobres ciudadanos ingleses, que trabajaban en
sus minas.
3. La exagerada carga impositiva
venezolana, que impedía el libre comercio y hacía rico a sus innombrables
jefes.
El legado dejado a Venezuela
Los
distritos distribuidos en campamentos desordenados de techos de paja,
bahareque, socavones e inmundicias.
Quincallas, pulperías, licor, traficantes, delincuentes, y busconas, el legado
de progreso del imperialismo parasitario, y de un gobierno subsidiario y
hedonista.
Tal
vez lo más grave sea lo no cuantificado. Se calcula que cada compañía minera
consumió un aproximado de cien tareas de madera diaria para mover las máquinas
de vapor que trituraban el cuarzo. Cada tarea son dos metros cúbicos de madera.
Las consecuencias sobre nuestras selvas no merecen mayores explicaciones.
De
izquierda a derecha: Minas de Caratal y Potosí. Debajo: minas del Callao
(1892-1893). El legado de ecocidio y
destrucción por causa de la codicia británica y venezolana
La prensa
Una buena cantidad de periodicos y semanarios,
algunos especializados en el negocio del oro y las finanzas, en Georgetown y
Londres, se ocuparon del asunto: Money Market Review, Times, St. James Gazette, Mining Journal, The Truth,
South American Journal, Financial News, entre otros.
Los
artículos de manera invariable se referían a los mismos temas: el oro
venezolano, las compañías mineras, las concesiones obtenidas, sus desventuras reales, exageradas o
inventadas. Todos exigían resolver el problema de la delimitación entre
Venezuela, y la colonia británica.
Las
exageraciones sobre las posibilidades de las riquezas auríferas en el
territorio esequibo, no se dirigieron hacia la zona en disputa, sino
precisamente hacia las que venía explotando el gobierno venezolano desde 1850.
Podemos decir sin temor a equivocarnos, que
constituye el antiguo Dorado, objeto de heroicas búsquedas, no sólo por parte
de los conquistadores y exploradores del pasado, sino por ese brillante héroe,
estadista y navegante, que fue Sir Walter Raleigh.
Un
hombre, así está demostrado puede obtener con poco esfuerzo 40 libras de oro
puro en un lapso no mayor de cuatro semanas. [3]
A
continuación haremos una lista de las frases más utilizadas en la prensa entre 1886 y 1894:
Tabla
IV
Frases
y mensajes más comunes de los periodicos de la época
1886-1894 |
||
Objeto de interés |
Frases |
Efecto |
Especulación financiera |
El Dorado |
1. Fascinación 2. Sobredimensión de expectativas |
El sueño de Walter Raleigh |
||
Cuarzo dentro de oro |
||
Oro en medio de las calles. |
||
Éxito seguro |
||
Abundante oro |
||
Desprestigio del país |
Farsante y ladronzuelo estado venezolano |
1. Sugestión. 2. Compra a la baja. 3. Afeamiento de la imagen del país |
Una de las repúblicas de la peor
reputación |
||
Habitado principalmente por indios y
mestizos |
||
En esta república, la ley es el nombre de
la extorsión organizada |
||
Desprestigio de los gobernantes |
Gobernante envidioso y de miras estrechas |
1. Criminalización del gobierno y
gobernantes. |
Dictador que no reconoce ninguna ley o
derecho. |
||
Ellos y sus secuaces roban hasta más no
poder |
||
El llamado Congreso |
||
Guerra y delimitación |
El asunto fronterizo entre Gran Bretaña y
Venezuela nunca ha sido resuelto satisfactoriamente. |
1.
Penalización del
derecho internacional 2.
Apoyo público a las
guerras coloniales 3.
Justificación del
despojo territorial |
Las autoridades coloniales y nuestro
Ministerio de Relaciones exteriores deben revisar su geografía |
||
La
región aurífera de Caratal se extiende sobre el territorio de cuatro
naciones. |
En la
fiebre del oro desatada en Venezuela entre 1980 y 1994, vale decir 100 años
después, rigió el mismo esquema de frases y mensajes que por todo objetivo
tuvo, la especulación: El Dorado futuro… el dorado y Raleigh…oro visible en
medio de los ríos… pistas de aterrizaje en oro…oro deslumbrante…muestras
interesantes de oro, etc.
Del
cuadro anterior podemos extraer una serie de constantes, que constituyen
juicios predicativos de fines políticos:
Entendemos
por X,
que la campaña mediática actuó con fines de guerra por los recursos,
de acuerdo con los judicativos x1, x2, x3, x4 , x5 y x6.
El gobierno británico
En la
poco ética mezcla de problemas de Estado con las finanzas individuales, el
gobierno británico nos da un ejemplo de arbitrariedad y descaro.
Por
informes de geólogos enviados en 1866 a las riberas del Yuruari, el gobierno
inglés tenía conocimiento de las posibilidades de aquellas apartadas
regiones.
Si
algo se desprende de las reveladoras comunicaciones entre los funcionarios
ingleses, es que estaban persuadidos de que carecían de títulos sobre aquellos
territorios.
Las
concesiones otorgadas por el gobierno venezolano aumentaron entre 1880 y 1887,
esto aunado a los nuevos descubrimientos, y ciertos privilegios para la
construcción de ferrocarriles, tuvieron un efecto tremendo en las acciones por
venir.
Sin
lugar a dudas, lo que más motivó al gobierno británico para resolver a su favor
cuanto se proponía, fueron las siguientes cifras comparativas de producción de
oro:
Tabla
V
Comparación
de la producción de oro
Años |
Yuruari |
Guayana británica |
1880-82 |
120.317 Oz. |
_ |
1883-85 |
223.850 Oz. |
406 Oz. |
1886-88 |
127.556 Oz. |
12.880 Oz. |
Prescripción y prescripción adversa
El
gobernador de la colonia de Guayana otorgó unos 1.157 permisos para la exploración y explotación de
oro en los ríos Esequibo, Mazeroni, Potaro, Puruni, Cuyuní y Pomerón en 1887.
Estas
concesiones servirían muy bien para formar un expediente con el censo de los
súbditos ingleses, que trabajaban en la minas del Yuruari, y dentro del
territorio en disputa, como recurso legal, que permitiera actuar eventualmente
con la excusa de proteger a ciudadanos británicos. Efectivamente, en las minas
venezolanas trabajaban una buena cantidad de inmigrantes, procedentes de las
colonias inglesas del Caribe y del Demerara, esta población no era tan numerosa
como hacía ver la prensa.
El
censo de la región de Yuruari en 1881 era de 9.403 personas, distribuidos entre
los centros mineros del Callao y Nueva Providencia. La sección Guayana, que
incluía el Delta del Orinoco, había aumentado la población de 34.053 habitantes
a 50. 950 en 1881, de los cuales 3.012 eran extranjeros, 2.116 provenían de las
colonias inglesas de Jamaica, Trinidad, Demerara, entre otras; unos 322 eran
franceses de origen corso y antillanos. A esto se suman, los 4.000 mineros que
afanosos, exploraban el territorio esequibo.
Estas
iniciativas del gobernador de la Guayana inglesa, además de las reformas de la
Court of Policy, para ampliar la jurisdicción al oeste del río Esequibo, se
inscriben dentro de figuras del derecho privado, utilizado por el sistema
jurídico anglosajón, como son la prescripción y la prescripción adversa, que a
nuestra manera de entender, y saliéndonos de las definiciones académicas, es el
perfeccionamiento de un título imperfecto nacido de actos abiertamente
delictivos, toda vez que no cumplen los supuestos que le regulan: títulos y
buena fe.
Watt vuelve por sus fueros
El
caos creado por la agitación permanente, y la presión para una acción bélica en
tierras venezolanas, rindió beneficios. En 1886, Watt obtuvo del gobierno
colonial, una concesión de 20.000 millas cuadradas al oeste del río Amacuro,
tal vez una de las más grandes entregadas hasta ese momento.
Aquellas
inmensidades no colmaron las expectativas de fabulosas ganancias que sobre el
territorio en disputa, hacían ver las noticias salidas desde Georgetown y
Londres. Pero, sus concesiones limitaban con
los filones venezolanos en plena explotación.
La hipocresía de intenciones
Romper
relaciones con un imperio como Gran Bretaña, denunciar con la voz rota y el
rostro enrojecido por la impotencia, atropellos y despojos, ante una sociedad a
la que se le hecho creer, que es víctima de una conspiración internacional, y
mantener por debajo de la mesa, provechosas relaciones comerciales con el
agresor, resulta imperdonable.
La
ruptura de relaciones entre Venezuela y la Gran Bretaña se hizo efectiva el 20
de octubre de 1887. Los negocios mineros se mantuvieron al mismo ritmo, a pesar
del discurso oficial de rechazo a los invasores, y las múltiples
manifestaciones anti – británicas que el gobierno organizó a lo largo y ancho del país.
En tan
complicado escenario, Watt obtuvo otra concesión del Estado venezolano en 1888,
en la confluencia del Venamo con el Cuyuní, con la que formó la compañía
British Guayana Land Exploration Syndicate.
O el
gobierno venezolano era estúpido, o estaba formado por prevaricadores de oficio, porque la nueva
concesión de Watt se ubicaba precisamente en la zona de conflicto,
circunstancia que fue aprovechada para ofrecerla al gobernador de la colonia de
la Guayana británica, como base para futuras operaciones militares sobre la
región del Yuruari.
Las
cartas enviadas por el gobernador de la Guayana inglesa al ministro de
colonias, en octubre de 1889, y el
ofrecimiento por escrito de Watt para tales fines, nos corrobora este aserto.
Watt
sostendría varias reuniones con el primer ministro Lord Salisbury, como la del
23 de febrero de 1888, en ésta y en varias cartas dirigidas al mismo
destinatario, y a otros miembros del gabinete de gobierno, insistía en ocupar
la zona en cuestión. Hombres del negocio minero como Walter Torms, se hacían
eco de tales propuestas, otra forma de
presión sobre el gobierno.
En
abril de 1887, encontramos a Watt en el Exeter Hall de Londres, dando una
conferencia en la que llamaba al gobierno, a tomar medidas para no perder el
dinero invertido por ciudadanos ingleses, que según sus cálculos, rondaban los 4,5
millones de libras esterlinas.
Decía
temer que Gran Bretaña fuera despojada
de ese hermoso y amable valle de Yuruari. Pero fue a más, asegurando que la
población británica era objeto de constantes ataques por parte de los ladrones
venezolanos o arrestados por funcionarios gubernamentales a fin de
extorsionarlos… por lo tanto apelo a vuestra ayuda para romper las cadenas que
sujetan a nuestros compatriotas.
La
desinformación esparcida por Watt sobre las minas de la concesión de Chile, la
hacían comparable a las del Callao, Callo Bis, Potosí entre otras, motivo de
que inversores tan agarrados de los bolsillos, como los franceses, cedieran,
por lo que recomendaba invertir, a pesar de los pocos dividendos.
En
coherencia con esa ideas, la propuesta del gobernador de la Guayana inglesa al
ministro de las colonias del 7 de julio de 1888, hace que todas las piezas
encajen en este sórdido sainete:
Tal como lo entiendo los límites de nuestro reclamo ni están fijados
ni hay evidencia suficiente que lo sostenga. Por lo tanto, me pareció esencial
emitir una proclama que pública y formalmente, estableciera que el reclamo de
nuestro gobierno iba más allá de la línea Schomburgk, y así rechazar
autoritariamente, la pretensión del gobierno venezolano. [4]
De las
anteriores circunstancias. podemos determinar lo siguiente:
Entendemos por Y, que la prensa, el sector minero y funcionarios británicos mezclados en el negocio de Guayana, presionaron con éxito al gobierno británico para que tomara las medidas coercitivas, que en efecto, ejecutó, de acuerdo con los judicativos y1, y2, .
Y así
llegamos a la máxima aspiración presentada por el gobierno británico, y a las
consecuencias que aún padecemos.
Medidas del gobierno venezolano
A todo
evento, se habían tomado algunas medidas para frenar el avance inglés. Los de
índole político administrativo, han sido comentadas en anteriores artículos.
Entre
1870 y 1881, el gobierno creó un clima de confianza como lo entienden los
mercados: ridículos impuestos a las actividades, máximas ganancias, mínimas para el país origen de la riqueza,
además de todas las ventajas posibles en cuanto a transporte y seguridad.
En
1850, el gobernador de Guayana, capitán de navío José Tomás Machado, había
creado la oficina recaudadora en Tupuquén, para cobrar el impuesto de 1/5 de lo
producido en las minas. Luego de la Guerra Federal, el impuesto cobrado a las
compañías mineras era del 10% sobre las ganancias netas, y la importación de maquinaria, libre de
carga impositiva.
Luego
de 1870, el impuesto fue sustituido por un canon anual, además que se
realizaron importantes mejoras en la comunicación de las minas con el puerto de
Las Tablas, lo que atrajo una avalancha de inversiones.
Tan
feliz convivencia terminaría en 1886. Guzmán Blanco impondría a la compañía El
Callao, la obligación de aportar el oro necesario para la acuñación en la recién creada Casa de la Moneda.
El
embargo de las remesas de oro de las minas del Callao y de la Unión en diciembre de ese año, para los mismos
fines, ocasionaron trastornos a la casa
comercial Baring Brothers, y una caída de la cotización en la bolsa de
valores.
Las
noticias y el sensacionalismo fueron las
consecuencias inmediatas.
La
creación de la Casa de la Moneda en Venezuela, el 16 de octubre de 1886,
produjo una gran inquietud entre las casas matrices de Londres, pues aquello
significaba que nuestro país podría acuñar monedas de oro, crear reservas, y
eventualmente, deshacerse de los contratos con la mayor parte de las empresas
foráneas.
La
acuñación tuvo una efímera vida, no profundizaremos en las razones, por las que
fue eliminada la Casa de la Moneda en
1889.
La
disminución violenta de las ganancias accionarias, por una baja pronunciada en
la extracción en 1888, produjo una enorme conmoción en los mercados.
Y esto
terminó de desatar los demonios
Manifestaciones
anti-británicas realizadas en Duaca y Acarigua. 12 de enero de 1896.
Revisado
como ha sido los conceptos de máxima predicación (W,X,Y), sostenido por
categorías de cualidades reiteradas, podemos aportar el siguiente conocimiento:
1. El gobierno venezolano actuó de manera punible, al exponer los
intereses territoriales en el territorio esequibo, por causa del propio
beneficio.
2. El gobierno británico actuó dentro
del esquema del imperialismo
parasitario, en el que existe una tenue separación entre los intereses del
Estado, y los fines personales.
3. El uso de la amenaza, la invasión, y
los recursos legales de prescripción y
prescripción adversa, fueron los recursos utilizados por gobierno británico
para perfeccionar actos punibles y beneficios comerciales.
4. El conflicto del esequibo fue el
corolario de la lucha, entre dos bandas de forajidos, de distinta naturaleza, e
iguales objetivos.
Reflexiones
Efectivamente,
el despojo del esequibo fue en el fondo, el resultado de rivalidades entre
ávidos accionistas, dueños de concesiones, funcionarios públicos nacionales y
extranjeros, por quedarse con la parte más productiva de la región, que era
donde se encontraban las minas del Callao.
La
reivindicación territorial del esequibo, no fue el objeto principal de la
controversia desatada entre los años del ciclo de oro guayanés (1867-1888), y
el Laudo del 3 de octubre de 1899.
La
consecuencia evidente, fue el despojo territorial por quienes tenían los medios
militares de mayor eficacia, para hacer valer sus intereses comerciales.
Los
actores en el caso objeto de nuestro interés, estuvieron interconectados de una
u otra forma con las decisiones del gobierno británico, específicamente en la
confección de nuevos mapas de la llamada máxima aspiración, donde incluyeron
pueblos venezolanos.
Estas
acciones fueron justificadas por varios principios, esgrimidos en el Laudo:
1. Posesión adversa.
2. El efecto jurídico de las explotaciones
mineras, como prueba eficiente de control político sobre el territorio.
El
imperialismo parasitario prosperó porque los actores del gobierno venezolano,
siguieron las normas de juego que establece el utilitarismo y la ética
protestante, sumándole una detestable deformidad de carácter, manifestada en el
saqueo a los bienes de la nación, sin importar las consecuencias, y a pesar de
eso, pretender nacionalismos inicuos, que han tenido la misma pervivencia, que
las estatuas que Guzmán Blanco mandó a erigir para su propia gloria.
Es una
simpleza afirmar, que en razón del poder militar de Gran Bretaña, nuestro país
asistió con los pantalones descosidos al laudo arbitral, y unas gangosas
proclamas al mundo, denunciando la
injusticia cometida, en las que
mendigaba solidaridad, una que nunca llegó.
Venezuela
vivía en aquellos días, una era marcial,
un país cuyo único oficio productivo, había sido la guerra por casi una
centuria, atiborrado de generales alzados y retrecheros, pero incapaz de
presentar un respetable poder disuasivo. Esto es más complejo de reflexionar en
tan pocas líneas, pero la esencia mantiene su vigencia. Para mayores corroboraciones, obsérvese el
caso de Chile en aquellos mismos días: un país pobre, sin mayores recursos,
pero con una marina de guerra con unidades respetables, y un disciplinado
ejército. Estas cosas cuentan.
Resulta
desmolizador la siguiente reflexión: si Guzmán Blanco, en lugar de otorgar a su hija por concepto de dote, un millón de
libras esterlinas, hubiera invertido esa importante cantidad, que no salió de los ahorros de sueldos acumulados
ni mucho menos, en una cancillería profesional, en infraestructura, y en un
poder militar disuasivo, entrenado, y
dotado, sin necesidad de llevar al país a una guerra abierta, habría obtenido otro resultado en el laudo.
La ley en general, está del lado del que tiene cañones, y del que se hace
respetable por sus esfuerzos por ser próspero. Sólo habría que leer historia
clásica. Es una realidad.
Nuestra
falta de fe en las posibilidades propias, nuestra magnífica individualidad, el
valor de la audacia sobre la preparación, el hábito de matarnos entre nosotros
mismos, y negarle méritos al enemigo político, ayuda a un demoníaco proceso iniciado por el gobierno británico, a
finales del siglo XVIII, una retorcida conducta escondida bajo eufemismos políticamente correctos.
Si prestamos atención a la histeria colectiva
desatada en Guyana en tiempos recientes, por causa de los yacimientos
petroleros descubiertos mar afuera, y lo comparamos con lo sucedido en
Venezuela entre 1866 y 1899, encontraremos condiciones de contorno tan iguales,
que parece un calco con puntos y comas.
Sabemos
lo qué pasa y cómo pasa, podemos anticipar
con amplias probabilidades de éxito, buena parte de los eventos, sin
embargo, respondemos de la misma manera:
repetitiva, autómata, y comprobadamente ineficaz.
Bibliografia
Consultada
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británica en la Guayana Esequiba, Caracas, Universidad Andrés Bello, s/f.
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[1] Foreign Office, 80/339, “Guayana británica y Venezuela” en Juan Almécija Bermúdez, La estrategia imperial británica en la
Guayana Esequiba, Caracas, Universidad Andrés Bello, s/f, p. 158.
[2] The Truth, “Carta enviada al editor del periódico por T. Morris Perot,
presidente de la South American Mining Company of Philadelphia, 28 de julio de 1881,
Almécija
Bermúdez, La estrategia imperial
británica…,pp. 138.141.
[3] Times, “Oro en Suramérica”, 9 de junio de 1879, en Almécija Bermúdez, La estrategia imperial británica…,pp. 124-125.
[4] Almécija Bermúdez, La estrategia imperial británica…,pp. 40.
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