domingo, 16 de septiembre de 2018

RESISTENCIA Y ACONTECIMIENTO



Los venezolanos somos objetos de una agresión realizada por una estructura totalitaria de alcance transnacional que está ejecutando una ‘masacre administrativa’[2]. La agresión es la acción de ocasionar o de amenazar con infligir daño a un ser humano o a una sociedad como un todo e incluye la lucha en sí misma, los desafíos, amenazas, actitudes impositivas, de apaciguamiento y de sumisión, defensivas u otras manifestaciones activas o pasivas utilizadas como consecuencia de la lucha que se genera. Un daño, en este sentido, es un detrimento, perjuicio, menoscabo, dolor o molestia que se recibe en hacienda, persona u honra realizada de manera intencional. La respuesta a una agresión, que implica una justificación, está orientada a evitar y/o mitigar el daño. Esta respuesta se denomina ‘defensa’. La defensa es el acto de amparar, librar o proteger algo. Esto se puede materializar mediante una respuesta proporcional, la huida y/o una respuesta que contiene una forma de agresión y la huida que podemos denominar, en principio, resistencia.
Más allá de todas esas formas en que se manifiesta este fenómeno, la agresión y la respuesta constituyen una relación recíproca que busca en el que se defiende el medio para neutralizar la fuente del daño que la origina. Por ello, se puede afirmar, la resistencia es la continuación de la lucha por la libertad con otros medios. Esto nos lleva a examinar el conflicto desde tres perspectivas: una fenomenología de la agresión, una fenomenología del daño y el acontecimiento como motorizador del cambio político. El objeto de esta reflexión es mostrar que, en la peor situación desventajosa en que se puede encontrar una sociedad en un momento determinado, siempre hay medios para aumentar las condiciones de posibilidad para perseverar en nuestra propia existencia y provocar un cambio político.
Fenomenología de la agresión
Pensar una fenomenología de la agresión es considerar la agresión, la huida y la agresión/huida (resistencia) como formas en que ella se expresa. Veámoslo.
Con respecto a la agresión podemos afirmar que la agresividad y la violencia han sido las formas en que se ha manifestado el miedo y el conflicto y se explica porque desde una perspectiva intencional tienen implicaciones de naturaleza política. El conflicto planteado por el que se defiende, en tanto que manifestación de una conciencia intencional, es un fenómeno que persigue transformar el miedo en un estado de seguridad de acuerdo con un cálculo político. Por otra parte, desde la óptica de una conciencia no intencional, es un estado de incertidumbre donde está presente la posibilidad de daño o de destrucción de forma inmediata o mediata.
La relación del miedo y la esperanza permite introducir el terror como forma de acción política. Para Arendt, el terror es la forma de gobierno que llega a existir “cuando la violencia, tras haber destruido todo poder, no abdica sino que, por el contrario, sigue ejerciendo un completo control… porque hace casi imposible el conocimiento de la amenaza”[3]. En este mismo orden de ideas, Ramírez expresó que terrorismo es una conducta de dominación que apela a la violencia “para causar un intenso efecto psicológico” con una finalidad política[4]. Esto es lo que actualmente acontece en Venezuela. La relación contradictoria miedo-terror orientada hacia adentro y hacia afuera del Estado es lo que obliga a salir del estado de guerra actual materializado por una tiranía que nos está sojuzgando. La incapacidad de responder de forma recíproca es lo que nos lleva a examinar la ‘huida’.
En el párrafo anterior se introdujo el tema de la huida como una forma de agresividad o una forma de evitar que una agresión se materialice en un daño producido de forma inmediata. Pero la huida puede ser entendida como defensa de dos maneras: como un acto en sí mismo que no amerita mayor explicación y como un acto de enfrentar algo que no se puede derrotar. Este último es el que nos interesa. Así pues, se puede huir: en primer lugar, para proteger algo huyendo con lo protegido, y en segundo lugar, resistiendo la agresión para impedir que se haga daño a lo protegido. La resistencia a una agresión, en este contexto, puede significar también eso que se denominó huida hacia adelante para que lo protegido escape, o aguantar por un período determinado una agresión hasta que lo protegido pueda escapar de esa circunstancia.
De todas estas posibilidades interpretativas podemos afirmar que el tiempo es la clave para entender la respuesta a la agresión porque permite indicar la naturaleza de la amenaza por dos vías: la representada por la acción inmediata (o huida inmediata) ante una amenaza inmediata (agresión) y la representada por la acción continuada (resistencia continuada como parte de un proceso que implica la huida continuada) ante una agresión continuada que se expresa en los regímenes de violencia que está aplicando la tiranía en Venezuela. Por esta última razón sostenemos también que la huida es también una forma de agresividad que es una respuesta a una agresión como se evidencia con la diáspora venezolana. La diáspora venezolana, a pesar de que fue provocada por la tiranía, le ha hecho daño por la intensidad del flujo. Esto lo veremos más adelante. Nos interesa decir que la diáspora, en la manera en que se salió del control de la tiranía, se ha convertido, en principio, en un arma que ha actuado en su propio perjuicio.
La resistencia en sí significa el postergar una respuesta para estar en condiciones de que ésta sea cónsona con la naturaleza de la agresión u otra cosa en función de las circunstancias. Ahora ¿cómo opera esta relación resistir-huir? La relación resistir-huir presupone una situación previa que hace que el acto de resistencia sea una forma de preservar esa forma de pasado que en cierta medida era conveniente. Esta relación genera a su vez las condiciones para ir, en términos futuros, a un lugar donde el pasado se conjugue con ese futuro de modo que el perseverar en su ser sea un continuo en condiciones seguras o ideales. La metáfora “…dejar que el tiempo pase…”, usada en múltiples formas puede dar una idea de lo que se está afirmando. La relación resistir-huir, en este contexto, es clave para entender la guerra contra la tiranía.
Teniendo todo esto presente podemos afirmar que el miedo es el centro de gravedad sobre el cual orbita la agresión y nuestro propósito es convertir el miedo en temor, es decir, actuar a través de un cálculo de riesgo considerando todas las posibilidades. El miedo es la pasión que se presenta cuando se interioriza el camino para ser-en-el-mundo a partir de la consideración como un todo de nuestras propias vulnerabilidades y posibilidades.
Con base a este criterio el miedo generado por la relación tiempo-agresión que integra la amenaza, la violencia y el terrorismo contiene dos tipos de respuestas basadas también en un miedo determinado por la capacidad de responder de forma recíproca al agresor. La primera respuesta consiste en responder de forma inmediata con violencia y terror donde la amenaza pasa a ser un mecanismo recíproco para producir temor que hoy día se conoce bajo la expresión disuasión pudiéndose (en caso de fallar) generar una espiral de violencia sin límites. La segunda respuesta está determinada por la incapacidad de responder de la misma manera frente a una agresión e implica la huida hacia adelante, otra forma de operar bajo la lógica del terror o resistir-huir hasta que cese el efecto de la agresión o se produzca un cambio de circunstancias. En nuestro caso, los cambios de circunstancias están determinados por las transformaciones que están ocurriendo en la relación trabajo-Estado que ha afectado el concepto de tiempo/valor y en nuestro caso ha significado la destrucción de todo el tejido social y productivo para imponer una concepción del mundo que ha fracasado en todos los lugares donde ha sido impuesta. Este cambio de circunstancias también puede ser generado de manera intencional a partir de la existencia de un plano de inmanencia determinado por el rechazo a la tiranía. Mi propuesta ha sido actuar como un Enjambre, es decir, un flujo dirigido contra las bases de sustentación de la tiranía con el mínimo esfuerzo.
En esta relación agresión-respuesta operan tiempos diferentes tanto en la acción ofensiva como en la respuesta. Estos tiempos pueden ser simultáneos y más o menos instantáneos, simultáneos y prolongados. La diferencia en estos tiempos está determinada por la naturaleza de la intención, es decir del perjuicio o daño a realizar. Veámoslo a continuación.
Fenomenología del daño
De acuerdo con lo anteriormente expuesto la pregunta que surge de nuevo es cuál es el daño que provoca la tiranía para que sea necesario hacer la guerra contra la tiranía. La tiranía es un estructura que ha tratado de permanecer mediante el dominio de la relación producción, excedentes y trabajo. Esta relación ha sido posible mediante la subsunción del tiempo al valor de la producción. La relación trabajo y tiranía es posible gracias a la situación de excepcionalidad que vivimos. Así pues, el daño se evidencia en una doble dirección: nos obligan a trabajar precariamente en condiciones de empobrecimiento forzándonos a actuar solo; y nos obligan a mantener esas relaciones trabajo-Estado mediante la amenaza de guerra y/o la guerra misma.
Ahora bien, lo que media entre la agresión y el efecto que ha generado es el medio utilizado para producirlo. Este medio es el arma que puede variar desde un utensilio hasta una estructura normativa. La diferencia entre un utensilio y un arma es que la primera libera una fuerza de carácter centrípeto y la segunda lo hace de manera centrifuga. La clave está dada en su objeto, la capacidad de proyección y en la velocidad con que se proyecta y produce el efecto deseado. Con este criterio las armas las podemos clasificar en función del daño que producen: por el flujo de destrucción que libera, por el tiempo y la intensidad del flujo, y por el tiempo en que duran sus efectos.
Las relacionadas con los flujos de destrucción que libera tienen que ver con: los flujos materia-energía, los flujos poblacionales, los flujos alimentarios y los flujos urbanos. La preocupación de la tiranía en este contexto ha sido canalizar, contener y limitar espacial y temporalmente dichos flujos. Espacialmente mediante el establecimiento de una medida de tiempo y temporalmente sometiendo a los venezolanos a un estado de miedo permanente. Expliquémonos. La diáspora venezolana se generó por la acción/inacción de una clase política corrompida y fracasada, que solo busca mantener sus privilegios a costa de los venezolanos. Este flujo se inició de manera espontánea y comenzó a hacer daño con lo cual, por una parte, la tiranía ha instrumentado medidas de propaganda (vuelta a la patria) y de contención (restricciones para la emisión de documentos de identidad) y, por la otra, la misma tiranía y el resto de la clase política (colaboracionistas, cohabitadores, etc.) han usado estos flujos para obtener beneficios económicos y políticos con aquello que se han denominado ‘ayuda humanitaria’.
La diáspora venezolana es un flujo constituido por individuos que perdieron sus esperanzas de perseverar en su propia existencia dentro del país y la satisfacción de sus necesidades básicas están recargando las estructuras sociales de los países receptores haciendo que pueda ser denominada máquina de guerra. Máquina de guerra empleada para reducir la capacidad de maniobra de esos países y obligarlos a negociar. La diáspora venezolana, en tanto que máquina de guerra, es un flujo de destrucción que ha obligado a los Estados afectados a instrumentar medidas de contención de dicho flujo.
En relación con el tiempo e intensidad del flujo de destrucción podemos afirmar que éste puede variar en una gama que va de los flujos de gran intensidad y corta duración para destruir en un tiempo relativamente corto a los flujos de poca intensidad, y de un gran período para producir un efecto erosivo. En el caso venezolano se ha producido entonces un flujo migratorio de alta intensidad para provocar una parálisis en la estructura de decisión regional y ganar (y lo está logrando), al menos, unos cuantos meses mientras se reconfigura el orden geopolítico en la región (especialmente en EE.UU., España y México). Después jugaría, como ocurrió en el caso cubano (historia de los marielitos), con la producción de flujos de poca intensidad con una finalidad erosiva.
Con respecto al tiempo en que duran sus efectos, los flujos pueden ser clasificados como sigue: los de efectos más o menos inmediatos y los de efectos prolongados. Los de efecto más o menos inmediato están relacionados con los actos de guerra y los efectos a lograr (objetivos) son en un tiempo determinado. Los de efecto prolongado se corresponden con los regímenes de violencia y con el control de los afectos para evitar que se produzca o no una máquina de guerra que destruya al Estado. Esto quiere decir, que la tiranía en Venezuela ha aprovechado el flujo de destrucción, en términos de personas, alimentos y flujos financieros, para evitar que los depongan del poder provocando caos de forma controlada mediante su redireccionamiento. Con ello se ha salido de la conceptualización formal de la guerra y se ha hecho esta con otros medios para obtener resultados absolutos. En consecuencia, la resistencia es la continuación de la guerra con otros medios hasta que se generen las condiciones de producir un flujo de destrucción del orden político que se ha impuesto. Ya existen las condiciones de producir un caos que no pueda ser controlado por la tiranía[5].
Lo que está en juego aquí es la diferencia de temporalidad puesto que nos remite a dos ideas del tiempo que son completamente diferentes: la acción más o menos inmediata y de gran intensidad nos indica la naturaleza de la estructura usada para hacer la guerra (máquina de guerra) y la otra cuyos efectos son prolongados, que se expresa en un estado de excepción permanente. La primera nos señala la idea de un tiempo signado por el acontecimiento, la segunda nos muestra la idea de un tiempo signado por la medida de sujeción, como estamos padeciendo los venezolanos.
Como la relación espacio-tiempo y duración se enmarcan en el concepto de acontecimiento[6], es decir, un hecho generador de un flujo de destrucción de gran intensidad y corta duración como ocurrió, por ejemplo, con la caída del muro de Berlín, vamos a examinar la naturaleza del ‘acontecimiento’ para comprender fenomenológicamente su significación en la guerra contra la tiranía.
El acontecimiento como motorizador del cambio político.
Un acontecimiento es un hecho significante producto de la confluencia de un conjunto de hechos cuyos efectos tiene una consecuencia trascendente. La caída del muro de Berlín fue un acontecimiento que se produjo por la existencia de un plano de inmanencia signado por el rechazo a una tiranía que produjo un flujo de destrucción que permitió la instauración de la libertad.
Así pues, como se afirmó, hay dos ideas de tiempo que se encuentran en oposición. Una representada por la idea de un acontecimiento materializado por la acción más o menos inmediata de un corto período, y la otra cuyos efectos nos indica la existencia de un estado de excepción porque la idea del tiempo está condicionada espacialmente para la supervivencia misma de la tiranía. La primera concepción del tiempo es una especie de entretiempo que indica que la guerra es una actividad suplementaria y no permanente. La segunda, es el tiempo determinado por la voluntad de conservar el Estado, donde los actos de guerra son expresiones de la forma de manutención de ese tiempo bajo la figura de la excepcionalidad y donde se enmarca lo que hemos denominado como resistencia. El estado de excepción se evidencia en la detención del tiempo de las vivencias que sufrimos los venezolanos.
Un acontecimiento es un entre-tiempo superpuesto al tiempo que sucede espacialmente marcando una diferencia sustantiva frente al tiempo determinado por la sujeción causada por la tiranía. Para ello basta generar un hecho significante para hacer “el acontecimiento posible” y consecuentemente su caída. Dicho de otra manera, el acontecimiento es un entretiempo del proceso por medio del cual se podría abrir la posibilidad de construir una nueva república. Para un conjunto de venezolanos que son objetos de una agresión continuada la resistencia bajo la figura de agresión/huida que hemos definido como resistencia es hacer acciones significantes por más mínimas que sean que puedan ser vistas por otros como trascendentes y ejemplarizantes de modo que puedan generar un enjambre. Un enjambre producido por una multiplicidad que puede generar un flujo de destrucción[7].  
La guerra puede ser entendida entonces como una multiplicidad que se presenta a su vez de forma múltiple. Es un fenómeno que se presenta primeramente en la conciencia que puede significar cambio y destrucción metafísica, y se puede representar también necesariamente o no como un flujo de cambio y destrucción física a partir de lo que la misma conciencia puede lograr convertir en acto por más mínimo que este sea. En la primera categoría, la relación ansiedad-miedo se evidencia en que la focalización del miedo se dirige a otro, es decir, una alteridad cuyas acciones podrían provocar daños como consecuencias de una acción propia o como repetición de una experiencia ya vivida. En la segunda categoría, se puede presentar un inconveniente debido a la dificultad de identificar el objeto de miedo. Pero hay otra categoría, una que se presenta a partir del momento en que la relación potencia-acto provoca en un ser una situación que puede ser reinterpretada como un ir contra la tiranía. La guerra es, entonces, la manifestación de un miedo convertido en temor que es producido de múltiples formas en un instante dado y en un sitio localizado que se manifiesta en acciones recíprocas (flujos y contraflujos).
Por ello, mientras la tiranía busca extender su existencia mientras se reacomoda el orden geopolítico regional entre noviembre y diciembre, una multiplicidad de venezolanos puede hacer costosa esta existencia e incluso acelerar su caída. Esto es lo que hemos estado refiriendo como resistencia y acontecimiento. La resistencia entendida como una forma de agredir y huir por parte de un individuo puede ser expresión de un acto, de una mínima acción que sea significante y provocar así un acontecimiento que pueda ser reproducido generando un flujo acontecimental. Son infinitas las mínimas acciones significantes que se materialicen en daños a la tiranía[8]. Todo es producto de creatividad e iniciativa.
Corolario.
Al ser la guerra un fenómeno provocado por una conciencia intencional, estamos en presencia de un nuevo campo de resistencia y combate. De esta afirmación se puede inferir que la guerra es permanente, un estado de la conciencia (estado de guerra), constituyendo los actos presentaciones y representaciones de dicho estado.
Al ser la conciencia también un espacio de combate, el temor es la forma en que se expresa la guerra debido a que esta pasa a ser la expresión del vaivén entre concepciones que pueden ser fuente de inseguridad y miedo produciendo respuestas que pueden apuntar en un extremo a la no acción o a la acción con el propósito de asegurar la supervivencia, en otras palabras, luchar o huir para intentar perseverarse en su ser. El temor, en este contexto, supone un cálculo de riesgo y es nuestra apuesta para evitar la parálisis que genera el miedo.
La resistencia, en este contexto, es consecuencia de un proceso de auto-valorización y auto-determinación que reduce la posibilidad de duda en la medida en que este proceso liberador se vaya haciendo eficiente a partir de acciones efectivas por más mínimas que sean para provocar daño a la tiranía. Este acto abriría la posibilidad de captar a una conciencia no-intencional en relación con el momento político que viven los venezolanos. Este acto que hemos denominado acontecimiento no es consecuencia de un abuso desmedido debido a que la forma en que la tiranía ha agredido a los venezolanos no tiene medida temporal ni espacial. Lo que podría servir de detonante para generar las condiciones para la producción de un flujo de destrucción y consecuentemente un cambio súbito y repentino es un conjunto de hechos significantes que puedan ser reproducidos por otros venezolanos en la medida de sus capacidades. Esto no nos coloca en el plano de azar, porque existe una conciencia de la necesidad de hacer algo: sólo queda dar un paso similar a los que han realizado ya millones de venezolanos para provocar un cambio de circunstancias. 


[1] El documento original fue publicado en Apuntes Filosóficos Vol. 22, N° 43 (2013). Caracas Universidad Central de Venezuela bajo el nombre “Fenomenología de la guerra contra la guerra” y un desarrollo posterior apareció en “Ontología de la Guerra. crítica a los conceptos de guerra y resistencia en las obras de Hardt y Negri”.
[2] Tomando la palabra de G. Eickhoff quien cita a Hannah Arendt.
[3] Ver al respecto: ARENDT, H. (2006). Sobre la Violencia. Madrid. (T. G. Solana). Alianza Editorial. 144 p.
[4] Ver al respecto: RAMÍREZ, B. (2005). El Estado Paralelo. Sólo Negocios.... Caracas. Bid & co. Editor. 355 p.
[6] Un evento es según la real academia española un acaecimiento, es decir, una cosa que sucede y un acontecimiento es un hecho o suceso, “especialmente cuando reviste cierta importancia”. Pero, según el diccionario de Autoridades todas estas expresiones eran sinónimas manteniendo su proximidad de significado a la expresión latina “eventus”, o sea, “acontecimiento, acaecimiento, suceso, casualidad y cosa que puede acaecer” (Tomo I:236). Aquí vamos a considerar las expresiones evento y acontecimiento como sinónimas.
[7] Ver al respecto: “AUCTORITAS SITUACIONAL, MULTITUD Y COLAPSO SISTÉMICO” en http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2017/11/auctoritas-situacional-multitud-y.html
[8] Ver al respecto: “T. E. LAWRENCE Y LA ESTRATEGIA DEL ENJAMBRE” en http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2018/01/t-e-lawrence-y-la-estrategia-del.html

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