Ver también: https://www.youtube.com/watch?v=FOApsERGH7E
Introducción
En
el año 1589, Simón Bolívar ‘el viejo’ se trasladó de Santo Domingo a Caracas.
Allí se convirtió en Regidor Perpetuo de la ciudad y más tarde,
Procurador ante la Corte. Gracias a él se pudieron crear nuevas instituciones
eclesiásticas, políticas y territoriales en beneficio de la Gobernación de
Venezuela[1]. Nos interesa hacer
mención sobre este último aspecto porque significó la institucionalización del Mar
de Venezuela el cual se constituiría treinta y dos años después en el escenario
de confrontación hispano-neerlandés dentro del marco de la guerra de los
ochenta años y, desde el año 1621, como parte de la guerra civil europea
conocida como la Guerra de los Treinta Años (GdlXXXa). Este espacio de mar fue
descrito por ‘el viejo’ con las siguientes palabras
“…4. Yten que por
cuanto por orden e mandato de Don Diego Osorio gobernador de esta dicha
gobernación se han descubierto ciertos ostiales de perlas en las islas de Aves,
Orchila y en otras islas comarcanas a ellas que todas son adyacentes y están en
el término de la dicha gobernación que de las perlas que en todas las islas y
costas de esta gobernación se sacaren en lugar del quinto se pague la décima de
las dichas perlas por tiempo y espacio de veinte años o por el más tiempo que
su Majestad fuere servido y que todas las dichas perlas que se sacaren de las
dichas islas se paguen los derechos reales en la Ciudad de Santiago de León
provincia de Caracas donde están y residen los oficiales reales y está la real
caja de las rentas reales de esta gobernación”.
“5. Yten que aunque las
dichas islas son adyacentes a la dicha gobernación por merced que el Emperador
Don Carlos nuestro señor de gloriosa memoria hizo a esta gobernación de que en
tiempo de los Belsares dio término jurisdicción e distrito desde el Moro de
Maracapana hasta el cabo de la Vela corriendo la costa leste uestes con todas
las islas que estuvieren en comarcae paraje de dicho sitio e término que su
Majestad haga merced a esta dicha gobernación de darle aprobación de lo suso
dicho conforme a la Cédula Real de suso referida”.
“11. Yten suplicar a su
majestad haga merced a esta dicha gobernación de que el mas ni otras cosas de
mantenimiento que se enviare de la ciudad de Santiago de León y su término para
la Isla de Margarita y para la provincia de Cumaná e para la Isla de Aves e La
Orchila e las demás islas de la
pesquería de perlas que nuevamente se han descubierto para el mantenimiento y
sustento de las canoas cuyos dueños estuvieren en la gobernación no paguen derechos
ninguno de tales mantenimiento así en la dicha gobernación de la salida como en
las dichas islas de entradas de mas derechos por tiempo y espacio de veinte
años.”
Como
se puede observar, este mar de Venezuela bañaba las costas de dos Capitanías
Generales, la de Venezuela y la de la Nueva Andalucia separadas por el morro de
Maracapana. El mar de Venezuela fue el que le dio al espacio terrestres una
unidad espacial que en el futuro tendría consecuencias administrativas y
políticas. Este mar se extendió desde los Monjes al occidente del país y
abarcaba lo que hoy se conoce como Aruba, Curazao y Bonaire y seguía y sigue al
oriente con los archipiélagos de Aves y los Roques, continua con la Orchila, la
Blanquilla, los hermanos y la Tortuga, incluye a Margarita y los Frailes y
finalizaba en la isla de Trinidad. Ver el siguiente gráfico:
Este
espacio se constituiría en un escenario de confrontación que se ha conocido regionalmente
como la guerra de la sal. Su importancia para nosotros obedece a que la joven
República neerlandesa delegó a una empresa privada, es decir, la Compañía de
las Indias Occidentales, la autoridad para hacer la guerra, el comercio y la
conquista de nuevos territorios apelando al principio de libertad de los mares.
Estas circunstancias hacen necesario examinar cómo el contexto político-militar
en Europa se extendió a nuestras costas de tierra firme y cómo los cambios de
la naturaleza de la guerra marcaron el carácter de los enfrentamientos
hispano-neerlandeses. Con estos exámenes podremos analizar la guerra hispano-neerlandesa
en el mar de Venezuela y sus consecuencias y finalmente haremos un análisis de
sus implicaciones actuales.
La
situación político-militar europea entre la segunda década del siglo XVII y la
Paz de Westfalia
Las
guerras de religión del siglo XVI sumieron a Europa en una gran inestabilidad
política que sólo fue contenida por la expansión otomana en la Europa central.
Una vez contenida esta amenaza se vivió en una precaria paz conocida como Paz
de Augsburgo que no abarcó al foco independentista ubicado en los Países Bajos.
Los independentistas neerlandeses habían logrado sostenerse desde el inicio de
la rebelión en el año 1568. La guerra de independencia neerlandesa fue la
consecuencia del deseo del rey de España de obtener un mayor financiamiento de
sus empresas político militares a través de una mayor recaudación de impuestos
de esa región de tan gran crecimiento económico que la hizo convertirse en el
centro económico, financiero y comercial de Europa a pesar de la crisis
económica que vivió la región aun en gran parte del siglo XVII[1]. El sostenimiento político
neerlandés generó una guerra de desgaste donde España llevó la peor parte
debido a su dependencia del comercio neerlandés y su relativa limitación para
procurarse recursos con respecto a los rebeldes.
Dentro
de este contexto España a finales del siglo XVI les impuso a los rebeldes neerlandeses
restricciones de uso de los puertos de Sevilla y Lisboa, afectando su provisión
de materias primas necesarias para su desarrollo económico, así como también su
acceso al comercio de las especias asiáticas. Estas restricciones hicieron que los
neerlandeses se lanzaran a la búsqueda de nuevos espacios donde pudiesen, por
una parte, recuperar las fuentes de suministros perdidas por dichas
restricciones y, por la otra, abrir nuevos mercados[2]. En este contexto, el
diseño estratégico que desarrollaron se fundamentó en la puesta en práctica del
principio de libertad de los mares siguiendo al efecto los siguientes
criterios: libertad de comercio y navegación, que el comercio debía estar
supeditado a la realización de tratados y que no podía ser derogado el
principio de libertad de los mares excepto por declaración unánime de todos los
Estados.
El
estancamiento de la guerra condujo a una tregua de doce años iniciada en el año
1609, pero esta tregua benefició más a los neerlandeses que a los españoles por
lo que la dirigencia hispana se vio en la necesidad de reanudar la guerra
porque estimaron que sus dominios de ultramar se verían amenazados por la
extensión del exitoso emprendimiento representado por la Compañía de las Indias
Orientales al hemisferio Occidental. Este emprendimiento le permitiría afirmar
a Jan Pieterzoon Coen, uno de los fundadores del dominio neerlandés en esa
región del mundo que, “el comercio en Asia debería guiarse y conservarse
bajo la protección y con la ayuda de nuestras armas, y esas armas se han de
empuñar con los beneficios obtenidos por el comercio” (Parker,
2010:16-17)[3].
Por lo que, como se verá, los neerlandeses hicieron explicita la relación
recíproca existente entre guerra y economía como ha acaecido en toda la
historia de la humanidad.
La
tregua hispano-neerlandesa expiró en el año 1621, año en que se constituyó con
auspicios de la República neerlandesa un nuevo emprendimiento denominado
Compañía de las Indias Occidentales (WIC), es decir, una empresa monopólica que,
como en el caso de las indias orientales, podía constituir pseudo estados,
desde el mismo momento que podía nombrar gobernadores, construir fortaleza,
armar ejércitos y construir flotas de guerra con fines privados en concordancia
con la guerra que estaba acaeciendo en Europa[4]. Esta compañía en los
albores del reinicio de la guerra desarrollo el plan "Desseyn Groot"
(Gran Diseño) cuyo propósito fue extender la guerra europea al resto del mundo
apoderándose de las colonias portuguesas y españolas en África y América y,
específicamente, del comercio de sal, azúcar, tabaco y esclavos. Con este emprendimiento,
los neerlandeses usaron como plataforma de proyección inicial hacia occidente los
asentamientos ubicados al este del río Esequibo.
La
guerra, si bien se inició formalmente en Europa en el año 1622 cuando los
hispanos iniciaron sus operaciones en el Flandes y los neerlandeses conformaron
una alianza con los daneses y protestantes alemanes para hacer la guerra contra
los Habsburgo en Alemania dentro del marco de la GdlXXXa, en el mar se
iniciaron con la batalla de Gibraltar del 10 de agosto de 1621 cuando un convoy
español fue atacado infructuosamente por una fuerza naval neerlandesa sufriendo
graves pérdidas[5].
En 1625 contemporáneamente al inicio del sitio de Breda y del asalto de Cádiz
en Europa, los neerlandeses se establecieron en Nueva York y Recife y fueron
expulsados de San Salvador de Bahía y de San Juan de Puerto Rico. Este último
espacio fue pensado originalmente por los neerlandeses como una base de
operaciones más adecuada que el Esequibo para unir las colonias del norte y del
sur y proyectarse sobre el Mar Caribe. A pesar del fracaso en San Juan lograron
establecer una base de operaciones estable en Bonaire y Saint Maarten para la
obtención de sal, pero esta última la perdieron y la recuperaron después, casi
al final de la guerra. En 1628, los piratas neerlandeses capturaron parte de la
flota de Indias proveniente de la Nueva España en la bahía de Matanzas constituyendo
este hecho en la acción predadora exitosa más importante realizada contra
España. En 1630 se apoderaron de Pernambuco logrando permanecer por un poco más
de treinta años. Los artífices de las victorias neerlandesas en Matanzas y
Brasil fueron Piet Hein y Witte de With.
La
revolución militar
Las
prácticas militares que se observaron en el mar de Venezuela fueron producto de
una revolución militar cuyos comienzos Geoffrey Parker las ubicó a inicios del
siglo XVI. Esta revolución se produjo, a pesar de las permanencias de unas
constantes: primeramente, por el desarrollo de las armas de fuego y
posteriormente por el establecimiento de una logística y movilización de
recursos que impulsaron consecuentemente el desarrollo de las fuerzas armadas nacionales
y modificaron la forma de hacer la guerra en la tierra y en el mar.
Las
constantes estuvieron relacionadas con la guerra de asedio en el plano de la
defensa y el ataque y la asunción de la guerra como una actividad privada como
vimos en relación con la WIC. El asedio fue una práctica militar que se
desarrolló en la época romana tardía como la gran estrategia de defensa en
profundidad, similar a la que desarrollarían los españoles en América[6]. En ambos casos el objeto
fue “la conservación de los centros urbanos, sede de la administración, la
organización religiosa, la manufactura y la población, que habían sido
fortificados o reconstruidos tras las invasiones y las guerras civiles del
siglo III” (Parker, Op.Cit.:69-70). Aquí también podemos incluir el evitar que
una fuerza invasora penetre al hinterland de sus dominios. Esta práctica de
asedio y de defensa en profundidad se mantuvo de manera más o menos inalterada
desde el siglo IV d.C. hasta el siglo XIV debido al desarrollo de las armas de
fuego.
La
práctica de defensa en profundidad en la época moderna tuvo dos orientaciones:
en primer lugar, cada fortaleza debía ser capaz de albergar fuerzas militares móviles
que pudiesen amenazar los movimientos y las líneas de abastecimiento de un
invasor como aconteció en San Juan de Puerto Rico en 1625. En segundo
lugar, si un invasor decidía asediar una de las ciudades defendidas habría la
posibilidad de que esta pudiera convertirse en un yunque contra el que el ejército
principal de campaña del defensor o los refuerzos provenientes de las
comarcas aledañas aplastarían o amenazarían con aplastar al invasor como más o
menos acaecería en Cádiz en 1625. Estas orientaciones operacionales hacían muy difícil
conquistar una plaza requiriéndose, al efecto, grandes ejércitos bien
pertrechados y una logística que les permitiera mantenerse mientras duraran las
operaciones de sitio. Todo ello hasta que la plaza asediada se rindiese por
cansancio, por enfermedades o por hambre (Ibid.).
Propiamente
el cambio en la guerra de sitio se produjo alrededor de la primera mitad del
siglo XV cuando en Europa se comenzó a reducir a escombros en poco tiempo las
murallas verticales de las fortalezas existentes gracias al perfeccionamiento
de la artillería. El modo en que fue resuelto el problema de las
fortificaciones provino de un ensayo elaborado por León Battista Alberti en la
década de 1440 sobre el arte de la construcción. Allí sostuvo que
“… las fortificaciones
defensivas serían mucho más eficaces si se construyeran siguiendo un trazado
irregular, como los dientes de una sierra», y conjeturó que una
configuración en forma de estrella podría [proporcionar] campos de fuego
cruzados” (Ibíd.:110).
Esta
idea hizo que a principios del siglo XVI aparecieran en la península itálica
“bastiones en ángulo a intervalos regulares, tanto para mantener alejada la
artillería enemiga como para presentar [un cruento] fuego de flanqueo contra
cualquier intento de asalto” restableciéndose así la ventaja de la guerra
defensiva respecto a la ofensiva[7]. Con ello se
inauguró lo que se conocería como la ‘traza italiana’ (trace italienne),
una nueva manera de construir fortificaciones que llegaría a propagarse por
toda Europa, especialmente en los Países Bajos y después en la América
hispánica (Cartagena, la Habana, el Callao, Araya) y otras partes del mundo.
Esta ‘trace’ se constituiría en el único sistema de defensa eficaz contra las
armas de fuego debido a un carácter científico basado en cálculos matemáticos
que requirieron que el ataque asumiera también dicho carácter (Ibíd.:112).
La
consecuencia de esta innovación hizo que, por una parte, mejorara la potencia
de la artillería así como también las técnicas de asedio y que estos se
prolongasen temporalmente como aconteció en Breda también en 1625 y, por la
otra, por estas mismas circunstancias las acciones ofensivas contra los
dominios españoles se circunscribieran a raid’s de corta duración por la
imposibilidad material de capturar una población determinada a no ser que se
empeñaran grandes recursos o se ocupasen espacios vacíos o poco poblados como
ocurriría con parte de las islas que cierran el mar de Venezuela. Seis años
después de los hechos en San Juan y Cádiz ocurrió un acontecimiento militar que
en la literatura anglosajona se le ha dado una gran importancia por los cambios
que produjo en el modo de hacer la guerra. Este hecho fue la batalla de
Breitenfeld acaecida en el año 1631. Allí se pusieron en práctica dos
innovaciones: una desarrollada en los Países Bajos por Mauricio de Nassau
relacionada con el fuego de mosquetería por descargas sostenidas siguiendo las
lecturas de táctica militar romana desarrollada en el año 100 d.C. por Eliano. Y
dos, la aparición de la artillería móvil de campaña. A pesar de que la puesta
en práctica por los neerlandeses en la Guerra de los Ochenta Años no fue tan efectiva
por el tipo de operaciones que se desarrollaron, fueron los suecos dirigidos
por su rey Gustavo Adolfo quien puso las dos innovaciones en práctica
efectivamente en la batalla antes nombrada contra el ejército imperial de los
Habsburgo e inmediatamente en otra acaecida un año después también dentro del
marco de la GdlXXXa, es decir, Lützen. Este éxito produjo una reforma entre los
contendientes que orbitó en torno a la instrucción militar para aprovechar las
mejoras introducidas en las armas de fuego y estar a la altura de la
efectividad de los tercios españoles.
El
tipo de operaciones militares que caracterizaron la guerra de independencia
neerlandesa fueron, como dijimos, las operaciones de sitio. Lo prolongado de
estas operaciones gracias a las nuevas técnicas en fortificaciones y un acucioso
aprovechamiento del terreno por parte de los independentistas hizo que el
conflicto hispano-neerlandés se extendiera al resto del mundo y también hizo
más estrecha la relación de este conflicto con la GdlXXXa como se puede
constatar en la victoria de las armas españolas contra las fuerzas suecas en la
primera batalla de Nördlingen (1634) para mantener abierta la ruta logística de
Génova al Flandes de sur a norte. La extensión del conflicto al resto del mundo
y el desarrollo de nuevas técnicas de combate produjo el desarrollo de nuevas
técnicas en la guerra en el mar y explica de suyo las campañas militares
emprendidas en Occidente por la WIC neerlandesa contra los dominios hispánicos.
La consecuencia inmediata de este hecho fue que tanto neerlandeses como
españoles desarrollaran una flota de guerra propiamente dicha y, consecuentemente,
una carrera armamentista para producir más naves cada vez de mayor tonelaje y
con más capacidades para emplear armas de fuego y, los españoles, por su parte,
desarrollaran también un sistema de fortificaciones para la defensa en
profundidad para proteger todos sus dominios americanos (Ibíd.:130).
En
relación con las operaciones navales en la América meridional podemos agregar
que a pesar de que la guerra emprendida por los neerlandeses fue dirigida
contra el comercio ibérico en realidad esta no se presentó de forma asimétrica,
es decir, no fue la lucha del débil contra el fuerte sino más bien fue una
lucha de desgaste entre intereses públicos y privados emprendida con una simetría
de medios en cuanto a cantidad y calidad. Es decir, los neerlandeses buscaron
cortar las comunicaciones marítimas ibéricas y los hispanos trataron de
neutralizar las operaciones extractivas y comerciales neerlandesas. ¿Qué medios
fueron empleados? Los españoles usaron el galeón cuya característica principal
fue su uso dual, es decir, mercante y de guerra. Los neerlandeses, por su parte,
usaron la Urca[8]
y el Fluyt[9]. Este último fue una
evolución del galeón mayoritariamente usado como transporte de mercancías.
Con
respecto al advenimiento de los ejércitos nacionales se puede afirmar que esto
pasó a ser una constante durante la GdlXXXa, pero si se considera el caso
hispano-neerlandés este fue la característica mayoritaria de sus fuerzas
militares, mucho antes que los suecos, aunque ambos países contaron con fuerzas
mercenarias que estuvieron bajo su mando sobre todo en el teatro de operaciones
europeo. Pero en el caso español ello no ocurrió en América, no así en el
neerlandés en que la WIC fue organizada como una empresa privada de alcance
político-militar. En todo caso la instrucción militar instituida en el proceso
de reformas castrenses iniciada en los Países Bajos promovió aún más la
nacionalización de las fuerzas militares (Keegan, 2014:230).
Desde
la perspectiva logística y de la movilización es conveniente destacar que
Keegan expresó que la posibilidad de trasladar importantes contingentes
militares de un lugar a otro dependía y siempre ha dependido de la capacidad de
garantizar que estos pudiesen sostenerse efectivamente en lo que respecta a
elementos básicos como alimentación, vestimenta, servicios sanitarios y otros
enseres y pertrechos que permitan el sostenimiento de las operaciones[10]. Ello va explicar por qué
algunas operaciones fueron de hostigamiento, otras de depredación como el corso
y otras de apropiación como las que intentaron los neerlandeses en San Juan,
Unare, San Salvador o Recife. Con el desarrollo de las armas de fuego la
logística y la movilización de recursos para la guerra adquirió una mayor
complejidad debido a la necesidad de disponer de suficientes municiones y de un
sistema de mantenimiento y requirió una mayor preparación, como veremos, en el
caso de las factorías y fortificaciones prefabricadas que elaboraron los
neerlandeses para instalarlas en Araya, la Tortuga y Unare y defender así sus
operaciones extractivas.
La
extensión de la guerra civil europea al mar de Venezuela
Las
innovaciones tecnológicas en cuanto a los modos de hacer la guerra se
materializaron en el mar de Venezuela en la reproducción de la trace italienne
en términos defensivos, el desarrollo de la tecnología naval en términos
ofensivos y defensivos y el perfeccionamiento de la logística y de la
movilización, pero en este caso se invertirían los roles, es decir, los
hispanos fueron los defensores y los neerlandeses los ofensores. Permanecieron
como remanente el tipo de operaciones de sitio y la organización para la
guerra, es decir, por una parte, esta fue observada desde la perspectiva
privada (neerlandeses por intermedio de la WIC) y por la otra, fue considerada
desde una perspectiva pública por los españoles.
Las
primeras acciones agresivas privadas realizadas por los neerlandeses en el mar
de Venezuela fueron en Araya. El objetivo fue procurarse de las fuentes de sal
para evadir el embargo impuesto por España de materias primas esenciales para
su industria de conservación de alimentos[11]. La salina de Araya,
según Dávila, comenzó a ser explotada experimentalmente por España en la
segunda mitad del siglo XVI, pero su rentabilidad era baja debido a que el
mercado no era suficientemente grande en ese entonces (2015:49). Una vez que se
produjo el embargo, los neerlandeses organizaron, desde el año 1600, expediciones
a Araya para procurarse de la vital materia prima con Urcas salineras y/o Fluyt
que transportaban también bienes comercializables para reducir el problema
logístico que representaba el costo de la operación. Estos Fluyt serían provistos,
en algunos casos, de artillería para que actuasen como buques auxiliares. Estas
expediciones continuaron hasta el año 1604 fecha en que se envió una comisión
presidida por Bautista Antonelli para evaluar la situación recomendando, al
efecto, la erección de una fortificación. A pesar de que no se concretó
inmediatamente la construcción de una fortaleza, en el año 1605 se envió una
fuerza naval comandada por Don Luis de Fajardo e integrada por catorce
galeones, cuatro pataches y una carabela que sorprendieron a los neerlandeses
provocándoles el fin de las operaciones comerciales y extractivas en la salina.
En esta operación que se conoció como la batalla del puerto de Ancón de
Refriegas, los neerlandeses perdieron todas sus urcas salineras, es decir, quince
embarcaciones, así como toda la infraestructura que habían instalado (Ibíd.:55).
Es
conveniente acotar aquí que todos los neerlandeses capturados fueron ejecutados
por ser acusados de piratas debido a que España no reconocía en ese momento la
independencia de los Países Bajos y por tanto no reconocía como justos
contendientes de acuerdo con el derecho de la guerra a los neerlandeses
hechos prisioneros ejecutando actividades privadas que podían ser consideradas
como delito (Ibíd.:56)[12]. Esta acción disuadió temporalmente
a los neerlandeses de realizar emprendimientos de este tipo y con la tregua del
año 1609, que supuso una suerte de reconocimiento político de los rebeldes, se
eliminó el embargo comercial con lo cual pudieron procurarse de sal de las
fuentes tradicionales españolas en la propia Europa.
Con
la ruptura de la tregua en el año 1621 los neerlandeses se aprestaron a
emprender nuevamente operaciones militares y mercantiles en la salina de Araya
y para ello se prepararon de tal manera que se evitara lo acaecido en el año
1605. A tal fin la WIC envió una fuerza naval/mercantil para explotar las minas
y defenderla, pero fueron, desde el principio, hostigados por los defensores
sufriendo importantes pérdidas a pesar de disponer de armas de fuego emplazadas
en naves y en fortificaciones de madera preensamblada que habían preparado para
ello. Aquí comenzó una escalada que se interrumpió momentáneamente por el hecho
de que los neerlandeses no buscaron, en principio, permanecer de forma
permanente. Este hecho de la permanencia nos interesa destacarlo desde la
perspectiva de la logística y movilización. Parte del fracaso del esfuerzo
neerlandés se debió a problemas de naturaleza logística, es decir, por falta de
agua para consumo humano. La península de Araya es seca y árida y ello generó
importantes limitaciones para los ofensores que fueron aprovechadas por las
fuerzas hispánicas. Ello explica en parte el por qué la acción neerlandesa no
se tradujo en una estadía permanente como intentarían después en Unare y
lograrían efectivamente en Aruba, Bonaire y Curazao. En parte debido a que el
propósito de los neerlandeses no fue permanecer. La permanencia se produjo
cuando las ganancias que obtenían por la piratería no fueron suficientes para
mantener una
guerra naval larga y a gran escala[13]. La rentabilidad de una
acción ofensiva mercantil-militar era el centro de gravedad neerlandés, de ese
entonces, para decidir sus objetivos operacionales.
El
Gobernador de Cumaná Don Diego de Arroyo y Daza reportó esta agresión
neerlandesa y no sólo se ordenó la construcción de la fortaleza de Araya según
las recomendaciones realizadas por Antonelli sino también se dotó a la
Capitanía General de una agrupación de infantería, artillería y armas
portátiles (arcabuces y mosquetes con todos sus pertrechos) que pusieron a los
lugareños en condiciones de hacer una defensa efectiva aplicando, al efecto,
las mismas técnicas de guerra que se estaban empleando en Europa. A mediados de
1622 se dio inicio a la construcción del castillo de Araya por el hijo de
Bautista Antonelli, Juan Bautista, con lo cual, la trace italienne se
reprodujo de forma directa en las costas del mar de Venezuela. La construcción
de este castillo tardó ocho años y recibió el nombre de Real Fortaleza de
Santiago del Arroyo de Araya. Esta fortaleza fue testigo de los combates que se
iniciarían en el propio comienzo de su construcción.
A
finales del año 1622 una fuerza naval neerlandesa compuesta por más de cien
navíos y más de un millar de infantes se aproximó a la salina de Araya siendo
recibidos por sus defensores. Aunque estos eran diez veces menos que la fuerza
invasora, los españoles lograron repeler el ataque logrando hundir dos Urcas y
alrededor de trescientas bajas. Un mes después, en diciembre, volvieron los neerlandeses,
pero fueron recibidos por una defensa reforzada y más experimentada que
resistió un asedio de quince días. En enero apareció de nuevo la fuerza naval
neerlandesa y después de un infructuoso bombardeo de dos días se retiró sin
conseguir la preciada materia prima. Vale decir, que las operaciones
militares-extractivas se hacían en el invierno en el hemisferio norte, en
momentos en que las aguas del mar de Venezuela son más tranquilas para la
navegación. Después de la exitosa defensa hispánica una flota compuesta por
catorce 14 galeones al mando del Almirante Tomás de Larraspuru, realizó una
operación de limpieza en el área capturando seis Urcas que le dio tranquilidad
a los lugareños por cuatro años. En el año 1626 la WIC envió una nueva fuerza
naval de mayor envergadura al mando de Balduino (Enrico) Hendrick que logró
desembarcar en la salina de Araya, pero se encontró con un dispositivo de
defensa mejor organizado por lo que no pudieron obtener la materia prima como
lo habían hecho a principios de siglo.
Contemporáneamente
a este nuevo fracaso, en ese año 1626, en Europa el explorador Johannes De Laet
publicó un libro titulado: Nuevo Mundo o Descripción de la India Occidental,
que no sólo solidificó las nociones geográficas con las emergentes doctrinas
sobre el derecho al comercio y la libre navegación en el marco del incipiente
pensamiento racionalista de la época, sino también incluyó un apartado sobre
otros lugares desguarnecidos que eran ricos en sal[14]. Estos eran Saint
Maarten, fuera del mar de Venezuela y Bonaire, La Tortuga y la desembocadura
del rio Unare en Tierra Firme dentro del mar de Venezuela, por lo que la WIC se
aprestó a emprender operaciones militares-extractivas en esos espacios. De
Bonaire ya hicimos mención. Con respecto a la Tortuga, la WIC envió en 1627 dos
embarcaciones para inspeccionar las características de la salina y al año
siguiente el gobernador de Venezuela Don Francisco Núñez Melean junto al
ingeniero Juan Bautista Antonelli inspeccionaron la salina y determinaron que
como la sal debía ser extraída del agua de mar no creyeron que los neerlandeses
emprendieran operaciones extractivas en la isla. Pero poco después de esta
inspección, un convoy de la WIC comandado por Peter Petersen Ahien desembarcó
en la Tortuga dejando un contingente de hombres que consideraron adecuado para
la explotación de su sal que se hizo efectiva a partir del año 1630. En
esta isla del mar de Venezuela los neerlandeses construyeron
“… un complejo sistema
de 11 bombas, que impulsaban el agua desde el mar a través de canales hasta
pequeñas lagunas artificiales, en donde el líquido se evaporaba por la acción
del sol acumulando la sal. Ésta, una vez seca era transportada en carretas por
un entablado hasta un muelle que se adentraba más de 100 pasos en el mar,
y en el que cuatro naves podían cargarla simultáneamente. Desde una plataforma,
tres cañones protegían todo el extenso complejo, que en su comienzo [1630],
permitía cargar 30.000 carretas en 4 barcos, y para 1632 producía un acopio
semanal de 12.000 fanegas, que una treintena de barcos almacenan
simultáneamente en sus bodegas (Dávila, Op. Cit.:65).
Esta
operación militar-comercial sólo fue perturbada al final de la campaña
extractiva cuando en el año 1631 el Gobernador Núñez Meleán desplegó una fuerza
de ciento cincuenta hombres comandados por Benito Arias Montalvo que lograron
audazmente capturar dos urcas salineras y destruir todas las instalaciones.
Pero en el año 1633, los neerlandeses regresaron con mejores aprestos
industriales y militares siendo nuevamente expulsados por fuerzas enviadas
desde Tierra Firme.
Una
nueva incursión neerlandesa en la Tortuga acaeció en el año 1638. De nuevo emplazaron
un complejo sistema de defensa y de extracción de sal, y nuevamente
fueron desalojados perdiendo una balandra y sufriendo importantes bajas. En
total, en la Tortuga, los neerlandeses sufrieron un poco más de 200 bajas
además de las pérdidas materiales relativas al sistema de extracción implantado.
Después de esta última acción se inundó la salina siguiendo las recomendaciones
dadas por el ingeniero Juan Bautista Antonelli. Paralelamente a la incursión en
la Tortuga, una flota neerlandesa conformada por 24 navíos comandados por el
almirante Corneille Joll intentó interceptar la flota de Tierra Firme comandada
por Carlos de Ibarra y en las cercanías de las costas de Pan de Cabañas (Cuba)
fueron severamente derrotados por las armas españolas a pesar de contar los
neerlandeses con una superioridad en medios de tres a uno evidenciándose con
ello el alto costo que estaban padeciendo las empresas mercantiles-militares de
la WIC[15].
En
agosto de 1633 los neerlandeses incursionaron en Unare con el mismo patrón.
Establecieron un fuerte y una infraestructura de madera para extraer la sal,
pero los hispanos organizaron desde Cumaná una fuerza que tomó por asalto el
fuerte, destruyó las instalaciones que se habían desarrollado y les produjo a
los incursores alrededor de 80 bajas. Llama la atención que en ninguno de los
casos los hispanos se aprovecharon de la infraestructura para beneficio propio
a excepción de las naves, de la artillería y otros pertrechos de guerra.
En
1634, una flota de la WIC comandada por el almirante Johannes van Walbeeck
conquistó Curazao a pesar de la obstinada defensa que hicieron Lope López de
Morla y Juan Matheos al mando de un reducido grupo de españoles apoyados
por indígenas arawacos. La WIC estableció allí una factoría para la producción
de sal y otras para la plantación de maíz y otros frutos locales a
partir de los establecimientos españoles y, además, estableció un centro de
comercio de esclavos. Todo ello a pesar de que en el año 1513 el
primogénito de Cristóbal Colón, Diego II Almirante de la Mar Oceana declaró que
esta isla junto con Aruba y Bonaire eran inútiles por su aridez[16]. Curazao demostraría, en
ese entonces, un valor incalculable cuando además de la explotación de los
productos indicados se aprovechó las ventajosas características geográficas
como puerto comercial, es decir, sus aguas profundas y sus barreras naturales
que protegían al puerto. En 1636, los neerlandeses también tomaron sin ningún
tipo de resistencia la isla de Aruba y fortalecieron sus posesiones en Bonaire
y, como en Curazao, instalaron factorías para explotar las bondades allí
existentes.
A
estas alturas de la guerra civil europea la capacidad hispánica de movilizar
recursos para sostener operaciones militares, a pesar de los éxitos alcanzados,
se había mermado considerablemente y su consecuencia se materializó en pérdidas
territoriales en Europa y ultramar como las antes indicadas en el mar de
Venezuela.
En
1640 los neerlandeses realizarían la última acción ofensiva en el mar de
Venezuela. Esta acción neerlandesa en Tierra Firme se repetiría en Unare una
vez que se habían logrado establecer firmemente en Curazao, pero en esta
oportunidad con la cooperación de los indios cumanagotos, pero una vez más
fueron rechazados en un sangriento combate. La salina fue igualmente anegada
para evitar nuevas incursiones. A este punto, la WIC en una evaluación de
costos y beneficios se percatarían que el corso y el contrabando se presentaban
más rentables que la explotación de la sal.
Consecuencias
La
brecha creada en el mar de Venezuela en perjuicio de España con las pérdidas de
Aruba, Bonaire y Curazao formalizada en el tratado de Paz de Westfalia
significó la adopción por parte de los españoles de dispositivos para evitar
que los neerlandeses pudiesen aprovecharse de la ventaja obtenida para
beneficiarse del contrabando. De ahí surgiría la teoría de los rumbos
sospechosos y las instituciones posteriores de derecho de Paso Inocente, Zona
Contigua y Mar Territorial[17].
Además
del establecimiento de nuevas colonias en el mar Caribe y su posterior
reconocimiento, en realidad, la WIC obtuvo las dos terceras partes de
sus beneficios mediante el corso, y sólo una tercera parte del comercio, gracias
al contrabando y la extracción de la sal. Entre 1622 y 1636, se estima,
que su flota mercantil-militar capturó, a través del corso, medio millar
de embarcaciones enemigas con cargas de diferente naturaleza en toda el
área de operaciones de la empresa. A pesar de estos beneficios, el costo que
tuvieron que pagar fue también muy alto, como ya indicamos en el caso del mar
de Venezuela, si se considera que ambos países después de Westfalia terminarían
siendo aliados. Con respecto al contrabando los neerlandeses establecieron
grandes almacenes de distribución de mercancías en sus nuevas posesiones en el
mar Caribe que tendrían realmente una gran rentabilidad en el siglo XVIII.
A
pesar de estos logros, la WIC entró en decadencia después que se produjo
la restauración monárquica en Portugal en el año 1640 y se iniciara su proceso
de independencia de España. Con la paz de Westfalia del año 1648 España
reconoció no sólo la independencia de los Países Bajos, sino también, como
indicamos, el dominio neerlandés en Aruba, Bonaire y Curazao. Estas islas y,
especialmente Curazao, se beneficiarían de la emigración de los colonos
neerlandeses que serían expulsados de Recife en Brasil en el año 1654. A partir
de ese momento, los neerlandeses se convertirían en aliados de los españoles al
concretar convenios comerciales que exceptuaron la explotación de la sal en el
mar de Venezuela. De igual forma, los neerlandeses debieron subsiguientemente
enfrentar la competencia inglesa y francesa en condiciones desventajosas.
Corolario:
implicaciones para el mundo de hoy
El
mar de Venezuela fue cortado con los establecimientos neerlandeses en Aruba,
Bonaire y Curazao y, a pesar de los problemas de contrabando que hizo que las
relaciones hispano-neerlandesas tuviesen sus puntos bajos prevaleció el
entendimiento. Esta fue la herencia que recibió la república de Venezuela en el
año 1810 con la diferencia que la relación venezolano-neerlandesa no sólo fue
liberal sino también el país tuvo un héroe de la independencia de origen
neerlandés encarnado en Luis Brión. En todo caso nos interesa destacar unos
aspectos que fueron heredados en la guerra hispano-neerlandesa de las formas
antiguas y medievales de hacer la guerra y que han reaparecido en el mundo de
hoy. Nos referimos a la guerra de asedio y la asunción de la guerra como una
actividad privada que con el auge del estado-nacional moderno había tendido a
desaparecer.
El
tratado de Paz de Westfalia inauguró la era de los Estados-nacionales modernos
y en la medida en que evolucionó el derecho internacional se hizo cada vez
difícil pensar en la desaparición de Estados. Ello hizo que estos se
convirtieran en estructuras de contención que mal que bien garantizan su
existencia cada vez en peores condiciones si se considera que este orden
westfaliano entró en crisis a finales del siglo pasado. Como estructura de
contención el Estado se ha comportado como una fortaleza en asedio permanente
desde el espacio de maniobra constituido por los espacios marítimos, aéreos,
ultraterrestres y electromagnéticos. Este hecho nos conecta con el pasado en
circunstancias más o menos similares. Lo otro que nos interesa destacar es el
hecho de hacer la guerra como una actividad privada. Una de las manifestaciones
de las guerras privadas que tendieron a desaparecer con el orden westfaliano y
reaparecieron de nuevo está representado por la gran proliferación de empresas
de seguridad que en el presente están actuando en la fachada Atlántica
venezolana en aquellos espacios que también fueron arrebatados a los
neerlandeses al este del rio Esequibo y a nosotros los venezolanos a finales
del siglo XIX siguiendo el mismo patrón militar-mercantil. En la actualidad
estamos viviendo la misma nociva actividad sin poseer la capacidad de logística
y de movilización para defender nuestros intereses desde una perspectiva
pública. Ese el reto que tienen los venezolanos, es decir, defender nuestros
espacios como lo hicieron los americanos meridionales en el mar de Venezuela en
el siglo XVII.
[1] Ver al respecto: Gilsanz Pérez, G.
“El Imperio Comercial Holandés en el siglo XVII”. Pp 49-106. Documento en
línea. Disponible: https://core.ac.uk/download/pdf/72045178.pdf
[2] Ibid.
[3] Parker, G. (2010). La Historia
de la Guerra. Madrid. (T. J. Gil). Editorial Akal. 548 p
[4]Zapatero, J. (1990). La Guerra
del Caribe en el siglo XVIII. Madrid. Servicio Histórico Militar y Museo
del Ejército. 438 p
[5] Rodríguez
G., A. (2007). Victorias por mar de los españoles. Córdoba Editorial
Sekotia. pp 124-127
[6]Las fortificaciones en red fueron
desarrolladas por los hispanos, en primer lugar, en la meseta de España central
de una manera tal que dieron nombre a su principal Estado: Castilla (Parker.
Op.Cit.:87) y en el llamado caño de la Ymbernada. Ver al respecto: Blanco, E. (2019). “El Nomos de la Tierra y cómo
el Sistema de Referencia ha Impactado la Defensa del territorio venezolano al Occidente
del País y la Fachada Atlántica”. [Documento en línea]. Disponible: http://edgareblancocarrero.blogspot.com/2019/01/el-nomos-de-la-tierra-y-como-el-sistema.html
[7] Ver también: Keegan, J. (2014). Historia
de la Guerra. Madrid. (T. F. Martín). Turner Publicaciones S.L. 545 p.
[8] Embarcación grande, muy ancha por
el centro, usada para el transporte de granos y otros géneros
[9] El fluyt o filibote fue una
versión modernizada del galeón español, es decir, una embarcación
sencilla,
de fondo plano, poco calado y larga eslora. Para la época, con la popa en forma
de arca redondeada. Se concibió para el transporte de mercancías.
[10] Ver al respecto: Keegan, J. Op.
Cit.
[11] Ver al respecto: Dávila, R.
(2015). “La Sal: Objetivo codiciado por Holanda en las provincias de Nueva Andalucía
y Venezuela durante el siglo XVII”. Caracas. UPEL. Revista Tiempo y Espacio
Nº 64. pp. 45-71.
[12] Baltazar Ayala, intendente español
del ejército de Flandes, fue uno de los intérpretes del derecho de la guerra
que sostuvo esta tesis del enemigo justo. Para ampliar más en el tema, ver al
respecto: Blanco, E. (2015). De la guerra y la paz: una perspectiva
Hermenéutica. Madrid. EAE. 425 p.
[13] Originalmente, como dijimos, los
neerlandeses no fueron partidarios de la conquista territorial, sino sólo
cuando había de defender sus intereses comerciales o cuando el costo de
mantener una flota de guerra era muy alto.
[14] Ver al respecto: Wolff, J. (2015).
"VENISTI TANDEM: Johannes De Laet y la articulación del imaginario
Geográfico Holandés sobre el Caribe, 1625-1641”. Rio Piedras. Universidad de
Puerto Rico. Institute of Caribbean Studies. Vol. 43, Nº. 2, pp. 3-32.
[15] Ver al respecto: Rodríguez G., Op.
Cit.
[16] Ver al respecto: Ana Crespo Solana
y María Dolores González-Ripoll (coord.). La situación
político-administrativa de las Antillas holandesas y su evolución económica,
siglos XIX-XX, Historia de las Antillas no hispanas, Capitulo 18, Volumen
III, CSIC, Madrid, Ediciones Doce Calle, 2011, pp. 479-506.
[17] Ver al respecto: Bracho, J.
(2005a). El Derecho Internacional Marítimo en el mar de Venezuela I
(1700-1783). Caracas INEAI. 199 p., y (2005b). La Defensa Marítima de la
Capitanía General de Venezuela II (1783-1813). Caracas. INEAI. 540 p
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